Research article
Biocombustibles: el debate de la sustentabilidad
Biofuels: the discussion of sustainability
Instituto de Administración, Facultad de Ciencias Económicas,
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina
Resumen
El debate en torno a la sustentabilidad de los biocombustibles pasó por tres etapas: en un comienzo se generalizó el discurso que fomentaba su producción como la solución al problema del calentamiento global; posteriormente se los atacó por el impacto ambiental y social negativo asociado a los cultivos de tipo extensivo necesarios para la obtención de la materia prima, y finalmente las posiciones se moderaron, a medida que se lograron avances en materia de fijación de estándares internacionales de sustentabilidad. En el presente trabajo repasamos los aspectos fundamentales en torno a las distintas posturas sobre el tema desde la perspectiva de las relaciones internacionales y el comercio exterior, destacando oportunidades y amenazas de esta actividad para nuestro país.
Abstract
The debate around sustainability of biofuels went through three stages: in the beginning there was a generalized speech that encouraged their production as the solution to the problem of global warming; afterwards, biofuels were attacked because of the negative environmental and social impacts associated with the extensive crops through which raw material is obtained, and finally positions were eased, as progress was made in setting international standards for sustainability. In this paper we review the fundamental aspects about the different positions on the issue from the perspective of international relations and foreign trade, highlighting opportunities and threats of this activity for our country.
Palabras Clave:
biocombustibles, sustentabilidad, desarrollo sostenible ⓘ
Keyword:
sustainable development , , ⓘ
Introducción
La producción de combustibles a partir de cultivos o residuos orgánicos, conocidos como “biocombustibles”1, constituye un nuevo sector económico surgido en las últimas décadas como respuesta al pronosticado agotamiento de las reservas de hidrocarburos a nivel mundial, y la consecuente subordinación a la política de precios seguida por los países petroleros, en un contexto mundial marcadamente dependiente de los combustibles fósiles. Este objetivo de autosuficiencia energética motivó que las principales potencias mundiales, principalmente EEUU y la Unión Europea, impulsaran la producción de combustibles alternativos en los países en desarrollo para asegurarse la provisión a largo plazo. Sin embargo, este objetivo no fue reconocido explícitamente, sino que se recurrió al discurso ambiental y a los mecanismos de financiación derivados de los compromisos multilaterales para promover su aceptación.
Los argumentos ambientalistas utilizados fueron el blanco elegido para las principales críticas de sus detractores, como Cuba y Venezuela, difundiéndose la idea de que los biocombustibles tienen un alto impacto negativo desde el punto de vista ecológico y social. La discusión se polarizó en dos posturas extremas, basadas más en las afinidades y rivalidades políticas preexistentes que en trabajos de investigación fundamentados. Tras el debate mediático inicial el tema se trasladó a la órbita científica y académica, luego de lo cual surgieron algunas iniciativas conciliadoras que permiten vislumbrar un futuro más realista para esta industria.
1. Los biocombustibles como solución al calentamiento global
En la comunidad internacional hay un consenso generalizado sobre la existencia de un proceso paulatino de calentamiento global ocasionado por la industrialización, principalmente por la quema de combustibles a base de petróleo, gas y carbón. Esto se conoce como “efecto invernadero”, ya que los gases eliminados en el proceso de combustión forman una capa traslúcida en la atmósfera que permite el paso de la radiación solar hacia el planeta durante el día pero impide que salga nuevamente durante la noche.
Entre los posibles efectos del calentamiento global se incluyen el derretimiento de glaciares y casquetes polares con la consecuente pérdida de reservorios de agua potable, cambios en las corrientes oceánicas, pérdida de biodiversidad, mayor frecuencia de inundaciones y sequías y ampliación de áreas de incidencia de enfermedades como la malaria, el dengue y el cólera. (Secretaría de Energía, 2004)
La Organización de Naciones Unidas (ONU) abordó la problemática desde el plano multilateral a través de la suscripción del Convenio Marco sobre Cambio Climático en 1992, en el que los países que producían más dióxido de carbono, agrupados en el llamado “Anexo 1”, se comprometieron a reducir sus emisiones contaminantes . Posteriormente, en 1997, se firmó el Protocolo de Kioto, un instrumento legal que estableció plazos concretos a los compromisos de reducción de emisiones: 5,2% entre 2008 y 2012 en relación a las emisiones que generaban en 1990. Además estableció algunos mecanismos a través de los cuales los países del Anexo 1 podían cumplir dichos compromisos mediante acciones en otros países. Estos mecanismos son el Comercio Internacional de Emisiones, la Implementación Conjunta y los Mecanismos de Desarrollo Limpio.
- El Comercio Internacional de Emisiones habilita a aquellos países del Anexo 1 que reduzcan emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en niveles mayores de lo exigido en el Protocolo de Kioto, a vender este exceso a otros países del mismo Anexo, los cuales pueden acreditar estas reducciones como parte de sus compromisos de reducción de emisiones.
- La Implementación Conjunta es un mecanismo que permite a los países del Anexo 1 reducir sus emisiones mediante la financiación de proyectos que se desarrollen en otros países del mismo Anexo (en especial en economías en transición).
- Los Mecanismo de Desarrollo Limpio, por su parte, permiten a los países del Anexo 1 reducir sus emisiones mediante la financiación de proyectos a ejecutarse en países no comprendidos en dicho Anexo, en particular países en desarrollo, ya sea de reducción de emisiones o de absorción de dióxido de carbono. Los emprendimientos para la producción de biocombustibles encuadran dentro de este mecanismo, ya que se argumenta que al quemarse un biocombustible se está quemando un carbono que ya estaba en la atmósfera, y que fue absorbido por las plantas a través de la fotosíntesis, cosa que no sucede en la quema de un combustible fósil.(Bravo, 2007)
Estos mecanismos favorecen la aparición de dos tipos de actores estatales: los países emisores de gases contaminantes por un lado, interesados en cumplir sus compromisos multilaterales, y los países en desarrollo, por el otro, que con el objetivo de recepcionar inversiones y tecnología, aceptan incursionar en las actividades propuestas sin medir cuidadosamente las implicancias ambientales, sociales y económicas en el largo plazo.
Los compromisos asumidos por los países emisores, en particular EEUU y la UE, se reflejan en los documentos más recientes conocidos como “US Energy Independence and Security Act of 2007 (EISA)” y “Paquete de medidas para la aplicación de los objetivos de la UE sobre el cambio climático y la energía renovable hasta 2020”, respectivamente. Para el caso de EEUU, el Acta de 2007 establece entre otras cosas la obligación de incrementar fuertemente la utilización de combustibles alternativos en el sector del transporte público (10% anual de incremento teniendo en cuenta los volúmenes del año 2005). El Paquete de Medidas presentado por la Comisión Europea en febrero de 2008 persigue el objetivo de reducir las emisiones en un 20% en el año 2020 teniendo en cuenta los valores de 1990 y utilizar un 20% de energías renovables en el año 2020, incluyendo el objetivo de un 10% de utilización de biocombustibles en el sector del transporte.
Los proyectos de producción de biocombustibles han tenido rápida aceptación entre los países en desarrollo, muy especialmente en América Latina. Brasil fue el primero en adoptar de manera masiva el etanol como combustible para sus vehículos, aún antes de la firma del Protocolo de Kioto, pero los Mecanismos de Desarrollo Limpio favorecieron la rápida expansión de proyectos de este tipo en casi todos los países latinoamericanos, muchos de ellos con destino a la exportación.
La motivación económica para participar en estos proyectos fue acompañada por una fuerte campaña publicitaria global. Ejemplo de ello es la conocida película protagonizada por el ex vicepresidente de los EEUU Al Gore, “Una verdad incómoda”, que muestra las consecuencias nefastas del calentamiento global y presenta a los biocombustibles como la solución para detener dicho proceso a través de la reducción de emisiones. Sin embargo, estudios posteriores han demostrado que en esta presunción se omiten otras numerosas facetas del impacto ambiental de los biocombustibles de primera generación, tanto desde el punto de vista social como ecológico.
2. Los biocombustibles y la sustentabilidad
El concepto de sustentabilidad comenzó a utilizarse en la década del ’80 en la expresión universalmente aceptada de “desarrollo sustentable”, refiriéndose al camino a seguir por los países en desarrollo para alcanzar niveles mayores de bienestar económico, teniendo en cuenta los efectos de este proceso sobre el ambiente y la sociedad. Más específicamente, fue en el documento conocido como “Informe Brundtland” donde se definió por primera vez al desarrollo sustentable como “aquél que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las suyas” (Nuestro Futuro Común, 1987). Este concepto ha marcado un cambio de paradigma, que implica poner en plano de igualdad tres dimensiones: crecimiento económico, equidad social y conservación del ambiente.
En América Latina, es indudable que las políticas tradicionales de desarrollo han tenido un impacto ambiental negativo. La abundancia de recursos naturales (minerales, agrícolas y forestales) ha favorecido una excesiva explotación de los mismos, como el medio más fácil de obtener un mayor nivel de ingreso. Por otra parte, hasta hace poco las estrategias de desarrollo industrial consideraban al medio ambiente como una externalidad, por ejemplo con relación a la eliminación de los residuos, que eran arrojados sin el debido tratamiento al agua, aire y suelo.
Para afirmar que una actividad productiva es sustentable, debería verificarse que los estudios previos a las políticas de fomento han considerado la mayor cantidad posible de aspectos relacionados con las perspectivas ecológica y social, además de la rentabilidad.
En el plano social, los defensores de los biocombustibles incluyen entre sus argumentos la aseveración de que el desarrollo de esta industria traería como consecuencia la generación de numerosos puestos de trabajo en el área rural. Sin embargo, el efecto esperable sobre el nivel de empleo no es tan claro. Por una parte, en los países con abundante dotación de tierras como Argentina, Brasil y Uruguay, los cultivos energéticos tienen la particularidad de estar concentrados en un escaso número de productores con establecimientos de más de 200 hectáreas de superficie. Esto implica que la participación de los pequeños productores en la actividad es de escasa relevancia en el total nacional. Esto podría solucionarse a través de una adecuada regulación, como ocurre por ejemplo en Brasil, donde el Estado otorga incentivos fiscales a las empresas elaboradoras de biodiesel que adquieran de agricultores familiares más del 50% del aceite de ricino usado como materia prima.
Por otra parte, si bien una mayor demanda de cultivos traería aparejada una mayor necesidad de mano de obra, la posibilidad de producir a gran escala conduciría a la mecanización, contrarrestando el efecto anterior en el largo plazo. A su vez, la mayoría de los empleos a crearse serían de recolección de materia prima en los cultivos, es decir puestos de baja calidad y escasa remuneración. En definitiva, el efecto positivo sobre el nivel de empleo como consecuencia del desarrollo de los biocombustibles se daría de manera indirecta, a través de las inversiones relacionadas con la construcción y el mantenimiento de las plantas, servicios de transporte y gastos de los empleados de las fábricas en la localidad donde estén establecidas. (CEPAL, 2007)
Otra faceta que resaltan los programas de incentivo a los biocombustibles es la de fomentar el desarrollo rural y la promoción de la actividad agrícola en zonas no tradicionales. Sin embargo, la tendencia natural de la actividad en nuestro país será su concentración geográfica en torno a las regiones sojeras, ya que la soja es el insumo más utilizado actualmente para la producción de biodiesel. Para el año 2009 se estima que la Provincia de Santa Fe concentrará el 72% de la capacidad productiva de biodiesel, seguida por Córdoba con el 11% y Buenos Aires con el 10%. (CADER, 2008)
La fuerte concentración geográfica de la industria de biocombustibles comenzará a disminuir a medida que se introduzcan materias primas alternativas, tales como la jatropha (especie que puede crecer en tierras marginales y erosionadas) o las algas marinas, con lo cual sería factible extender la frontera agrícola más allá de los límites tradicionales. Esto permitiría a su vez cubrir con biocombustibles las necesidades energéticas de las áreas rurales que sufren interrupciones en el suministro de combustibles fósiles, contribuyendo a su desarrollo y a la reducción de la pobreza rural. (CEPAL, 2007)
Con respecto a los impactos ambientales, la CEPAL ha realizado un relevamiento de los mismos en las distintas etapas de la cadena productiva de los biocombustibles (CEPAL, 2008). Las consecuencias negativas en la etapa del cultivo estarían dadas por la ocupación y tala de bosques naturales para la expansión de la frontera agrícola, lo cual trae aparejado una pérdida de biodiversidad, afectación de ciclos hídricos y erosión de los suelos. Además, cuando la deforestación se realiza a través de quemas, se liberan gases de efecto invernadero. Si bien también pueden darse situaciones positivas (como la utilización de terrenos erosionados o poco fértiles para el cultivo de especies apropiadas) o neutrales (donde sólo se modifica el tipo de cultivo o el uso final del mismo), la evidencia empírica muestra que el gran crecimiento de la producción de soja en países como Brasil y Argentina se explica en gran medida por la incorporación de áreas naturales.
Por otra parte, la productividad de los cultivos energéticos está asociada a la utilización de semillas transgénicas, al uso intensivo de agroquímicos tales como fertilizantes y pesticidas y agua para riego. La innovación tecnológica puede ser de ayuda para reducir la necesidad de agroquímicos, como es el caso de Brasil, donde se han desarrollado variedades de caña de azúcar resistentes a diversas plagas y enfermedades, lo que disminuye el uso de pesticidas. Con relación al consumo de agua, la soja es mucho más demandante que la colza, la palma, el maíz o la caña de azúcar. También en este punto la tecnología puede ayudar a desarrollar especies más resistentes a sequías y sistemas más eficientes de riego, contribuyendo a un uso más racional de los recursos hídricos.
Entre los impactos ambientales negativos se considera además la degradación de los suelos asociada a la roturación de la tierra, que es mayor en el caso de los cultivos de frecuente renovación como la soja y el girasol, que en aquellos que permanecen varios años como la caña de azúcar, aunque existen técnicas como la siembra directa que reducen este impacto. También la quema de las plantaciones de caña para eliminar residuos vegetales es una práctica habitual que afecta negativamente el ambiente por la emisión de gases de efecto invernadero, razón por la cual se tiende a su prohibición.
En la etapa de producción del biocombustible se eliminan efluentes y residuos sólidos que pueden perjudicar los ecosistemas circundantes; en general los países han dispuesto regulaciones en esta materia, pero el impacto ambiental dependerá de su efectiva aplicación y fiscalización.
Por el contrario, una vez que el biocombustible llega a su etapa de consumo, el impacto ambiental es positivo con respecto al uso de combustibles fósiles. Las principales ventajas ambientales vinculadas al etanol son la reducción en las emisiones de monóxido de carbono, hidrocarburos y otros compuestos como el benceno. Cuanto más antiguo es el motor donde se lo utiliza, más significativo es el potencial de estas ventajas. Con respecto al biodiesel, se eliminan las emisiones de óxido de azufre y se reducen de manera importante las de monóxido de carbono, hidrocarburos y material particulado, aunque aumentan levemente las emisiones de óxidos de nitrógeno.
Sin embargo, estos efectos positivos se ven rápidamente compensados por el crecimiento del parque automotor. Para que las ventajas ambientales de la introducción de biocombustibles fueran significativas, ésta debería hacerse a una escala mucho mayor de lo que está previsto en los regímenes actuales. Por ello, la mejora en la calidad del aire de las ciudades seguirá dependiendo principalmente de otras medidas, como normas más estrictas para las emisiones de los vehículos y fiscalización de su cumplimiento, así como la mejora en la calidad del transporte público.
3. La certificación de la sustentabilidad
A nivel internacional, la preocupación por la sustentabilidad de los biocombustibles ha motivado la fijación de criterios para evaluar el impacto ambiental de los métodos de producción en todas las etapas del proceso, teniendo como finalidad desarrollar un estándar de producción sustentable que permitiría obtener la certificación correspondiente. El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) ha publicado numerosos trabajos sobre la certificación de sustentabilidad, de los cuales extraemos los siguientes conceptos.
Inglaterra, Holanda y Suiza son actualmente los países más comprometidos en la implementación de criterios de sustentabilidad. Los estándares consideran tanto facetas ecológicas (consumo de recursos, pérdida de biodiversidad, emisiones, erosión de suelos, contaminación del agua) como sociales (relación laboral, trabajo de menores, prosperidad, salubridad). En el caso de Inglaterra la certificación del estándar, denominado Renewable Transport Fuels Obligation, es obligatoria para comercializar biocombustibles. Holanda, por su parte, está implementando un Marco de Biomasa Sustentable (Testing Framework for Sustainable Biomass) de adhesión voluntaria con fines de reducción impositiva pero que en el futuro se volverá obligatoria. El enfoque suizo tiende más al consenso internacional.
En el año 2006 se creó la Asociación Internacional de Soja Responsable (RTRS por sus siglas en inglés), una agrupación sin fines de lucro donde están representados por partes iguales tres estamentos: 1) productores, 2) entidades industriales, comerciales y financieras y 3) organizaciones de la sociedad civil. Su objetivo es definir de manera conjunta los principios y criterios que definen la producción responsable de soja y promover la responsabilidad compartida entre los actores de la cadena de valor de esta oleaginosa. Son miembros de la RTRS la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa (Aapresid), la Asociación de la Cadena de la Soja Argentina (ACSoja) y la Fundación Vida Silvestre Argentina, entre otras. Esta iniciativa promete un buen compromiso en la fijación de criterios de sustentabilidad, ya que integra las fases agrícola e industrial.
Entre los principios aprobados está la obligación de proteger las áreas de alto valor de conservación, como reservas ecológicas, bosques y selvas, y el cumplimiento de las normas laborales que establece la Organización Internacional del Trabajo (OIT), como el rechazo al trabajo esclavo, infantil e informal. Los principios definidos se someterán a un año de prueba, luego de lo cual se evaluarán los resultados a fin de que los productores puedan acceder a una certificación de la RTRS. A su vez, los representantes de la industria y el comercio deberán comprometerse a no comprar a aquellos productores que no cumplan con los principios de producción responsable. Los representantes de la sociedad civil que participan de la RTRS serán los garantes de este acuerdo. También las instituciones financieras asociadas se comprometerían a brindar líneas de créditos a tasa más baja para los productores que certifiquen el estándar.
Conclusión
Por motivaciones de tipo económico, estratégico y ambiental, estamos transitando hacia un nuevo paradigma energético mundial donde comienzan a ganar terreno las fuentes de energía renovables. La producción de biocombustibles para la exportación representa una oportunidad para los países de América Latina y en particular para la Argentina, que cuenta con ventajas competitivas en la producción de soja, el principal insumo utilizado actualmente para la obtención del biodiesel. Sin embargo, el impacto ambiental negativo derivado de la expansión de monocultivos representa una amenaza a sortear, tanto desde el punto de vista local (por los efectos ambientales y sociales dentro del territorio nacional) como desde el mismo comercio internacional, ya que los países desarrollados que compiten en la misma industria podrían establecer barreras para-arancelarias en base a la sustentabilidad. La solución para el productor argentino es lograr la certificación de los estándares internacionales que se están desarrollando en este ámbito, pero por sobre todo que los actores involucrados en el proceso trabajen de manera conjunta para garantizar la sustentabilidad en el largo plazo, sin perder de vista que el biodiesel es una opción más dentro de una amplia gama de fuentes renovables de energía susceptibles de aprovechamiento.
Bibliografía - Bibliography
GORE, Al. Una verdad incómoda, Documental sobre el calentamiento global.
US ENERGY INDEPENDENCE AND SECURITY ACT OF 2007 (EISA), Resumen Ejecutivo.
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Biocombustibles: el debate de la sustentabilidad
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