Research article
Coyuntura de Estados Unidos, América Latina y China
Economic situation in the United States, Latin American and China
Resumen
Conocida es la relevancia que despierta en la coyuntura económica mundial el mayor dominio jurisdiccional que la administración de recursos naturales y energéticos consigne. Más aún, con el desarrollo que la globalización impuso al dinamismo propio del capitalismo, y que indefectiblemente hacen a la referencia de la participación central de Estados Unidos en la exposición de los distintos escenarios. La historia así lo refleja cuando los muestra en su cacería incesante de recursos para solventar su avanzada imperial, que amparadas en costosas políticas estatales vinculadas a la maquinaria bélica (keynesianismo militar) y a la financierización del sistema capitalista, desarrollan una frágil situación tanto en su productividad laboral, como así, al alcance igualitario en lo que respecta a la asignación de ingresos. Generando magnificaciones de clases elitistas y parasitarias que nada contribuyen a la cultura productiva y mucho menos a la lucha contra la degradación de la integración social, la convivencia y la criminalización.Realidad que se intensifica en virtud al papel destacado que vienen cumpliendo nuevas manifestaciones del poder político en el marco de países que conforman América Latina, donde a contraposición de épocas pasadas, y con una mirada introspectiva tratan de evitar flagelos que castigaron no sólo su entramado social y particularmente a sus economías, obligando ello, a circunstancias desiguales a la hora de afrontar diversas negociaciones con otros países. Asimismo, vientos “asiáticos” que se presentan en la política exterior muestran integraciones regionales provistas por la confluencia entre Irán, Rusia y China, donde tratando de exhibir una imagen más sólida de sus economías, en evidente perfil más independiente de políticas céntricas, van tomando un peso específico importante en virtud a los cambios que se vienen suscitando últimamente.
Abstract
It is widely known that the administration of natural and energy resources is ganinig a more powerful role in the world’s economic dynamics. Furthermore, with the development that globalisation imposed upon Capitalisms’ own dynamics, the core role of The United States of America in the different scenarios is exposed. History proves this when taking a look at this country’s constant pursuit of such resources to sustain its empire, based on both costly foreign policies which are tied to the military industry (Keynesian policies), and the creation of financial institutions in the capitalist system. The combination of these two cause a fragile situation affecting workforce productivity, as well as the equal distribution of income, generating a higher portion of the upper class which do not contribute either to societies’ productivity, nor to the fight against class division and crime. This situation is intensified by the prominent roles played by political powers in a group of countries that conform Latin America, where as opposed to the past, and by self analysing, they are trying to avoid punishment onto their social classes and particularly to their economies. This causes Latin America to be in a disadvantaged position when dealing with diverse negotiations with other countries. At the same time, Asian trends that can be seen in the foreign policies show regional integration caused by the convergence of Iran, Russia and China. These countries are seeking a more solid image of their economies, being more independent from centric policies, gaining more importance given the changes that are currently taking place worldwide.
Palabras Clave:
Crisis económica, recesión económica, exclusión social ⓘ
Keyword:
social exclusion, , ⓘ
1. Introducción
Durante el devenir propio de los tiempos, se han puesto de manifiesto los diversos efectos amplificadores de las nuevas tecnologías, que, desde hace ya varias décadas, globalización mediante, han sabido consolidar un escenario de transformaciones en pos de un desarrollo que, teóricamente, genere mayor bienestar. Ello implicó en el mejor de los casos, reestructuraciones económicas que alcanzaron los más recónditos sitios del planeta.
Ahora bien, si la anterior “teorización bienaventurada” la situamos en pueblos agraciados por la asignación de recursos naturales y donde además por sus condiciones de desarrollo se gestara dicho carácter globalizador, seguramente tensiones relacionadas con dichos factores estarán a la orden del día.
De éste modo, difícil sería no relacionar la avanzada militar que, desde hace años se viene pronunciando desde Estados Unidos(Beinstein,2009), no sólo con los mecanismos particulares que las guerras llevan consigo, desde armas y tropas, sino también con la administración de políticas que sirven de sustento para su consecuente aplicación, y que (del mismo modo que cualquier desarrollo profundo y sano encarado por responsables) es planteado por las correspondientes autoridades estadounidenses a sabiendas de que para alcanzar los objetivos energéticos dispuestos, instrumentan métodos donde los medios pacíficos y solidarios se alejan verdaderamente de los alcances deseados por cualquier pueblo ó región organizada.
2. Orígenes y analogías
Ya desde los inicios mismos del liberalismo económico, sus intérpretes sostenían firmemente que la función de un Estado sólo se circunscribía a la de un mero espectador, sin intervención alguna en las decisiones de los pertinentes procesos económicos, destacando además como puramente relevante la participación del mercado en la asignación específica de recursos (Ceriani, Kicillof, 2008). Ideas que luego, reconocidos fundadores del marginalismo como Walras y Jevons, se encargarían de profundizar, dándolas a conocer en un sentido más amplio y prospectivo.
Ya en 1926 el estallido de la burbuja inmobiliaria en Florida, daría cuenta de una señal que como preámbulo indicaría los tiempo por venir. Para que luego de tres años, en 1929, fueran escenario de una profunda crisis donde un crack bancario dejaba sin operaciones a más de 13.000 bancos, que sólo después de 1933 pudieron comenzar a recomponer su actividad, después de que el aumento de la desocupación y la creciente contracción de la oferta monetaria fueran los principales protagonistas de aquella depresión.
Hubo que esperar recién hasta la década del cuarenta, cuando la irrupción de la guerra fue un disparador del gasto público en Estados Unidos, haciendo que la economía y el empleo mostraran mejoras significativas, siendo que paralelamente comenzara un parsimonioso avance en el campo financiero, donde el capitalismo mundial con su mira puesta en las grandes estructuras productivas, intentara ejercer un control financiero que signara las actividades de aquellas, comenzando a instaurar los negocios de características exclusivamente parasitarios.
Sin embargo la prosperidad de postguerra, el pleno empleo conjuntamente con el poder de trabajadores y sindicatos dejó su vigencia hacia finales de los sesenta, dando paso a tensiones entre capital y trabajo con los consecuentes brotes inflacionarios, que como banderas y al amparo de los medios de comunicación, se izaban por pensadores monetaristas como simples evidencias del rotundo fracaso protagonizado por la aplicación recientes de políticas keynesianas. Prueba ello, y también como un anticipo de lo que sucediera veinte años después, va de suyo lo indicado por Milton Friedman cuando sostenía que el mercado sin intervenciones genera de por sí mismo los mejores resultados, siendo también de pura inefectividad la política fiscal, que a través del Estado, impulsa la demanda agregada.
Pensamientos monetaristas, que luego de acoplarse nuevamente al complejo militarista productivo, se instalaría en los escenarios que dominaron la atención y las expectativas racionales en la década del noventa y que como verdades absolutas llegaban a bastas sociedades, como así también a la enseñanza de todas las universidades del mundo.
3. Recursos energéticos: el protagonista excluyente
Habían ya quedado atrás aquellos tiempos de bienestar de los años cincuenta y sesenta, caracterizados por corrientes keynesianas donde el protagonismo y los vínculos entre Estado y sociedad mostraron su mejor faceta, cuando comenzada ya la década del setenta, el petróleo y su disponibilidad hicieron de las suyas, ejerciendo alteraciones a circunstancias entendidas como batallas ya libradas y que formaban parte de una realidad irreversible. De éste modo, términos que parecían muy lejanos en su evocación, como crisis, desocupación e inflación, ganaron popularidad y fueron desplazando antiguos paradigmas sociales.
Así, el motor impulsor y determinante en el modelo de producción de aquellos años comenzaba a debilitarse y en consecuencia daba las primeras señales de la exacerbación en la explotación intensiva de recursos naturales no renovables. Configurando así el consumo, el transporte y las comunicaciones, que al igual que la agricultura y la pesca veían un horizonte acotado en términos de un crecimiento sostenible. De éste modo el hombre (de los países centrales) comenzaba con su ambición extractiva de petróleo a delimitar sus propias fuerzas productivas, dando paso al inminente proceso de financierización que podía asegurarle en principio, rápidos beneficios en razón de la pérdida de rentabilidad que por el deterioro de sus actividades productivas veía muy próximo.
Ante dicha situación, la alternativa integrada por el estatismo militar y la expansión financiera, se presentaba entonces como el subterfugio ideal que en el corto plazo impediría algún vestigio de crisis. Que dicho sea de paso, lejos de verlo como posposición temporaria del apuro económico, era más bien “el” remedio indicado para las condiciones reinantes.
Cabría entonces indicar y alejándose de las conclusiones azarosas, que aquella disyuntiva no era más que el corolario de una extracción desmesurada del recurso natural con el cual, valga la aclaración, la madre Naturaleza había bonificado a las tierras de Estados Unidos. Siendo así y haciéndose eco de las consecuencias que de ello deriva, la solución debía pasar por revertir un panorama que a simple vista no era para nada alentador, con el agregado que en su empresa las autoridades americanas debían reflejar a su sociedad una circunstancia tal que no percibieran aquel incómodo lugar que amenazaba una peculiar política de gastos desenfrenados y al mismo tiempo continuar la alimentación constante de la máquina consumista de la que siempre fueron protagonistas.
En consecuencia, aquella trilogía entre Estado, poder militar y negocios financieros sería el engranaje para motorizar la ansiada recaudación de recursos energéticos y que casualmente no se lograrían desde una equitativa negociación entre partes sino más bien a través del denominado “keynesianismo militar”(Beinstein, 2009) capaz de gestar una industria militar que aprovisiones a sus usuarios estadounidenses en todas aquellas acciones bélicas que las necesidades imperiales así las consignaban.
De éste modo, particularidades que han sido acompañadas con los respectivos avances en materia de tecnología e implementación del desarrollo militar que apostadas a un sentido bélico supieron emprender una fórmula inquietante, que, como eslabones los tuvo como protagonistas para alcanzar objetivos económicamente sustentables. Sin importar que en su progreso, las resultados acaecidos no fueran los más felices y deseosos por la humanidad en su conjunto.
Por tanto, intereses manifiestos emergen en pugna por aquellos que de algún u otro modo los pretenden para sí, ya sea en su propia defensa, ó como una nueva conquista ideológica que redunde en la ampliación rentable del arco de poder que por parte de quien lo impone, pretende incrementar.
Una muestra del contexto actual y las circunstancias de expoliación y extracción indiscriminada de recursos naturales lleva a determinar la importancia que demográficamente está adquiriendo el denominado “triangulo del litio”.Geografía conformada por Argentina, Bolivia y Chile de mayor acumulación del mineral de litio en salmuera (con el menor costo del planeta).
Mineral económicamente estratégico a partir de su utilización en las industrias de baterías de automóviles eléctricos, grasas, lubricantes, vidrios, cerámicas, aire acondicionado y usos farmacéuticos entre otros. Prueba sustancial de ello, es el reciente (Diciembre-2010) lanzamiento de la compañía Nissan correspondiente a su nuevo modelo “Leuf” de producción masiva (estimada para mediados de 2012) y propulsión completamente eléctrica. Contando para ello en cada unidad una batería de iones de litio, producida en Japón por el proyecto conjunto de Nissan con NEC, AESC (Automotive Energy Supply Company). Desde AESC refieren que la producción nominal de baterías es de 65.000 unidades, incluyendo las 54.000 para vehículos eléctricos, dato que estiman elevar hasta las 90.000 para el 2011, anticipando una demanda incremental para el futuro.
Información que puede verse ratificada también desde newsletters petroleros cuando refieren:
La producción de litio se concentra fundamentalmente en cuatro países. Chile lidera el mercado con una participación del 44% (mediante salmueras); Australia, con un 25%(mediante espodumeno); China y Argentina producen en salmueras y alcanzan un 13% y 12% respectivamente. Asimismo, tan sólo tres empresas concentran prácticamente el 77% de la producción mundial de litio: SQM, con un 30% de participación mundial, produce en el salar de Atacama; Chemetall, con un28%, tiene plantas de producción en Atacama y en Nevada (Estados Unidos); y la tercera es FMC Corporation, que representa un 19% del mercado con operaciones en el Salar del Hombre Muerto, Argentina (http://www.petrolnews.net : Litio de la región, oportunidad ó saqueo. 2011).
En forma paralela, mientras Bolivia se encuentra avanzando en la construcción de una planta de disposición de litio, está considerando el interés de varios países en el tratamiento de las reservas de Uyuni, como Francia (consorcio Bollare-Eramet), Japón (Mitsubishi, Sumimoto), Brasil, Corea, Irán, China y Finlandia.
En Chile, por su parte, su Código Minero entiende y considera al mineral no concesible y por tanto las dos compañías que explotan su extracción tenían sus permisos antes que el código en cuestión así lo reglara, y que dicho sea de paso, en virtud a los intereses manifiestos por empresas privadas que desarrollan actividades en Argentina y Bolivia, hacen que se instale un debate en cuanto a la modificación de dicha legislación chilena, no sólo a fin de evitar la concentración monopólica del negocio, sino para no perder su lugar en el mercado.
Por último, en el caso argentino mediante el transitar de las negociaciones correspondientes, se fue multiplicando la presencia de emprendimientos de explotación extranjera en Rincón (Salta), Salar Hombre Muerto (Jujuy) y Catamarca. Muestra del interés comercial que sectores y empresas extranjeras focalizan en la provisión creciente del recurso.
De ésta forma con lo expuesto se aprecia (de algún u otro modo) que en condiciones de mayor ó menor beneficio existen acuerdos, que vía negociaciones, permiten la vinculación entre Estado y actores privados para avanzar en aspectos productivos. Pero sin perjuicio de ello, no deberá escapar la atención el oportuno accionar de distintas potencias mundiales (encabezadas por Estados Unidos), cuando rehuyendo a cualquier negociación legal y mediante el camino bélico ó de interposicionamiento beligerante a las instituciones que en su nombre ó “camuflado” por otro sector reaccionario de los pueblos, trate de apoderarse de la administración y usufructo de éste recurso estratégico del futuro.
4. Tecnología
No iba a resultar nada extraño en aquellos años setenta cuando se asistía a los primeros esfuerzos para escapar a las limitaciones impuestas por el New Deal a fin de aprovechar las oportunidades financieras parasitarias que el valor de las materias primas, se apreciaría sustancialmente. Tampoco la irrupción de la capacidad ociosa se hizo extrañar, ya que como consecuencia del alza de los costos provenientes del incremento de precios de las materias primas, generó asimismo una disminución de los salarios contrayendo el consumo y obstaculizando paralelamente la correspondiente demanda agregada.
Esta combinación de estancamiento de la demanda e inflación, se acentuaría en los ochenta, cuando por el ya mencionado desarrollo tecnológico, éste gestaría una guerra comercial que si bien iría reduciendo los costos de las materias primas propuso un aumento de la desocupación, golpeando asimismo el poder de compra de los países periféricos y repercutiendo ello tanto en sus empresas de baja competitividad, como las de los países centrales.
Tecnologías y reducciones de proteccionismo que favoreciendo la concentración empresaria, jugó un papel preponderante a la hora de que la grandes empresas pudieran sentirse con mayor grado de autonomía y consecuente mayor poder para definir el nivel de salarios y los respectivos gastos sociales.
Así, en virtud al encarecimiento reinante del crédito, que actuando como freno del crecimiento, abultaba el déficit fiscal y el endeudamiento público de las naciones ricas y hacía las veces de disparador de altas tasas de interés aprovechadas por importantes grupos de negocios, que amparados por sus gobernantes “y también impulsores protagónicos”, veían franca oportunidad para mejorar su rentabilidad sin importar que en el cumplimiento de dichas metas, el detrimento de la actividad productiva como así la depresión de la ocupación laboral efectiva se verían en el largo plazo esencialmente comprometidas.
Fue así como la rama financiera de las grandes empresas obtuvo prontamente el centro del panorama del mercado, encontrando en su camino altos rendimientos económicos que menoscababan paralelamente la producción y el empleo. Multiplicando la importancia de los títulos de deuda pública, acciones y demás papeles comerciales, que además de extraordinarios, eran (para quienes lo comerciaban) un rotundo éxito cortoplacista, permitiendo ello el protagonismo en sus directorios a representantes de grupos financieros (que a la altura de las circunstancias, su reproducción era más que vasta) implicando así un vuelco sustancial en la visión de negocio original del comportamiento empresario.
De éste modo, se podría recurrir a un ejemplo que no por sencillo carece de razones para mostrar lo insensato de los acontecimientos, cuando si al suponer una familia que luego de sobreponerse a una crisis que golpeó con el mayor grado el saqueo de sus bienes, resurgiera de las cenizas para que una vez estabilizada, comenzara a crecer generando nuevamente su propio sustento con autonomía. Es cuando en ese ascenso pronunciado pareciera que sus integrantes “algo mareados” entran en un lapsus de amnesia general y, apurados por la ambición y el consumo desmedido, resultan amenazados por una crisis coyuntural que los lleve nuevamente al desamparo económico, e invitan a su casa, en dicho desconcierto, a quienes originalmente fueran sus verdugos, sentando a su mesa al propio “lobo con piel de cordero” que muy astuto, aprovechándose de la debilidad y el miedo de sus anfitriones los tienta con mágicos remedios, que sólo (y sin decirlo) podrá curar a quienes sepan acoplarse a las particularidades del individualismo e “insolidaridad” para afrontar los respectivos avatares.
Tal parece se configura así un retorno (en las ideas) a la época característica del siglo XIX, es decir, del espíritu del capitalismo individualista en lo económico y el laissez-faire en lo político. Buscando una salida desde aspectos más bien matemáticos y rígidos, omitiendo a la vez las reflexiones pertinentes que podrían llevar a encontrar las causalidades que dieran origen a dichas amenazas coyunturales (Keynes, 1930).
5. El comportamiento empresario
Retomando aquello de la bifurcación del comportamiento que caracterizaba la práctica empresaria, pudo notarse que dicho caminos conducían hacia una rentabilidad que sustancialmente no se hacía eco de las facturas que otras personas podían pagar ni el impacto social que de ello surgiera. Algo que es conocido como el “efecto secundario de las corporaciones” que a costa de crecer, alcanzando cada vez más beneficios en virtud a rápidos resultados, dichas corporaciones comienzan a ser vistas como máquinas de generar efectos sociales adversos y, como en Frankestein, aquel film de James Whales de 1931, se crea una máquina capaz de volverse contra sus propios hacedores, que en la búsqueda desenfrenada de riqueza, nada lo detiene y peor aún, al día de hoy no encuentra el molino que lo aloje ni el fuego que lo extinga.
Ya en 1940 cuando nacía la era de la capacidad de sintetizar y crear nuevos componentes químicos nunca antes vistos, como también se presentaba una brutal competencia de las petroleras que radicaba en el avance respectivo en cuanto a la descomposición de moléculas de petróleo, transformándolas en cuanto producto pudieran para cualquier fin y sin prácticamente costo alguno. Se multiplicaban tejidos, neumáticos, cepillos de dientes, insecticidas, cosméticos, herbicidas, toda una batería de productos que abastecía y mejoraba la comodidad misma de la vida cotidiana de aquel momento.
Compuestos sintéticos que inundaron los distintos puntos de consumo, llegando hasta la naturaleza misma, contaminando el aire, el agua y demás, llegando al punto tal de influir en la gestación misma de los seres humanos y sus consecuencias en las malformaciones producto de manipulear hervicidas y demás sustancias altamente contaminantes, ó casos como el conocido “agente naranja” (polvo que fuera utilizado por los aviones norteamericanos durante la guerra de Vietnam a fin de reconocer al enemigo) y que pasado el tiempo provocaba deformaciones en los recién nacidos (Monks,2003).
No es casual así la lista de corporaciones más criminales de los años noventa (Weissman, 2003) encabezadas por:
- Exxon (multas por más de 120 millones de euros)
- General Electric (multas por 9.5 millones de euros)
- Chevron ( por contaminación ambiental, multada en 6.5 millones)
- Mitsubishi (por evadir ley antimonopolio pagó 1.5 millones)
- IBM ( multa por exportaciones ilegales sobrepasando los 8.5 millones)
- Kodak (infracciones medioambientales)
Así se conformaba una caracterización típica de la compañía del siglo XX, con rasgos extractores, despilfarradora, abusiva, de proceso lineales con toma de tierras donde crea sus productos sin límites, genera deshechos y amontonando basura; que luego llevará bien lejos de sus bases a fin de evitar cualquier peligro.
Rasgos que complementarían los asignados por Dr. Robert Hare, experto mundial en psicópatas (Hare, 2003), cuando referencia a las corporaciones como personas legales a las que bien podría designarles características de un psicópata como un reflejo y adecuación exacta a cada uno de ítems que a continuación se enuncian:
- Cruel indiferencia por los sentimientos de los demás.
- Incapacidad de mantener relaciones duraderas.
- Temerario desprecio por la seguridad de los demás
- Incapacidad de sentirse culpable.
- Incapacidad de ajustarse a normas legales, por citar algunas.
6. Nuevamente el pensamiento clásico
El azar no parece haber sido el término con el que podría identificarse los hechos económicos de la década pasada, y más que casualidades, cabría mejor decir causalidades. Más teniendo en cuenta las significativas circunstancias antes mencionadas, que como puntales formarían el andamiaje de un mercado todopoderoso tal que nada ni nadie pudiera sucumbir. Revalidando ideas que si bien anteriormente no habían tenido el mejor de los resultados, volvían a ser “tapa de diarios” como verdades absolutas y que por otro lado siempre estarán en el centro del debate contraponiendo las bases del pensamiento clásico de la teoría económica versus aquellos defensores de sistemas mucho más heterodoxos.
El crecimiento que protagonizara Estados Unidos iniciados los años noventa consolidando su hegemonía de potencia clave en el sistema capitalista, y que teniendo en cuenta la disímil situación y más sosegado progreso de Japón y Alemania, se profundizó mucho a partir de 1995 hasta que, producto de la recesión de 2000, comenzó su decaimiento. Brecha temporal donde, al igual que a mediados de los ochenta en los países centrales, se aplican políticas para contrarrestar la caída de la tasa de ganancia, encarnando una contracción de la inversión y marcado apego al aumento de la participación de los beneficios en el producto (Arceo, Basualdo , 2009).
Retracción de la inversión que provocaría la baja en la productividad por trabajador, en contraposición al crecimiento del producto con relación al capital, llegando de éste modo a restituir los valores esperados de ganancia, que, asimismo, vía reducción de costos laborales (en todas sus variantes posibles) hicieron de importante estímulo para la aplicación de políticas neoliberales de tintes puramente clásicos.
Sin miramientos nuevamente se impulsaba la presunta libertad individual a la hora de las decisiones económicas. Pasando así por alto el particular detalle que dichas decisiones están más bien limitadas por factores generales que hacen a los distintos resultados de un sistema, del que, además de formar parte como sujetos activos, los contiene en cuanto a su capacidad de acción respectiva.
Mutando así, la trascendencia secundaria que para el pensamiento heterodoxo tienen las aparentes determinaciones particulares, al protagonismo exclusivamente relevante que desde los clásicos economistas le atribuyen a la acción y efecto individual por encima del todo (Kicillof, 2007).
Desde reconocidas universidades y ayudados también por importantes medios de comunicación, que dicho sea de paso, no abocaban exclusivamente sus miradas rentables al negocio de la noticia y que lejos de ello, se veían beneficiados por la implementación de estructuradas políticas económicas, contribuían a defender y remarcar la singular importancia que aquello bueno para el individuo, también así sería para la sociedad en su conjunto.
Destacada analogía que desde siempre diversas voces han promulgado, entre el ser (único e inigualable) con la representación del todo. Atribuyéndole a éste último, idéntico comportamiento que a cada una de sus partes, como así también en la repercusión de sus consecuencias, omitiendo de éste modo cualquier vinculación existente entre las conductas de ambos. Al respecto, Axel Kicillof así lo refiere:
Esfuerzos que bien había realizado Keynes oportunamente cuando en su intento de alejamiento de la teoría clásica “pretende considerar cómo las leyes del sistema económico considerado en su conjunto afectan las decisiones individuales. Este camino lo conduce a tomar como punto de partida del análisis al sistema en su conjunto y no la voluntad de los individuos, lo que implica un rechazo tanto al recurso de la economía clásica de la agregación como al del agente representativo. Las leyes generales no pueden deducirse por analogía. Por el contrario, su papel consiste en condicionar no sólo las decisiones del individuo sino también sus resultados efectivos”. (Kicillof, 2007).
Cuán inimaginable desenlace entonces se podría vislumbrar como resultado de la implementación de políticas más afines a entender la economía como una matemática rígida y que por si fuera poco, desconoce la existencia de relación alguna entre sociedad e individuo, donde, va de suyo, la complejidad que utilice (en el mejor de los casos) para poder captar aquello que dicha sociedad le demande. A vida cuenta de que con sus pilares y leyes, la medición del impacto de los procesos sociales es casi, sino meramente, impracticable.
Tan absurdo como imaginar que los brazos y las piernas son partes del cuerpo humano, pero independientes del cerebro, ó que peor aún, en caso de una lesión en alguno de ellos, así repercutirá idénticamente en toda extensión de la mente humana.
Hasta aquí el apartado en cuestión bien se tiñe de conceptos más bien referidos a la “teoría pura”, de los que, sin desmedro de ello, intentan mostrar un precedente temporal a las circunstancias económicas bajo análisis. Pero, ahora bien, si a ello se adiciona el relato de los hechos mismos como muestras causales volcadas al efecto práctico, seguramente, la significancia expositiva quedará así más fundada.
Hechos
Anteriormente se mencionaba el aterrizaje de células financieras en directorios de grandes empresas, causando el desvío en la mira económica de sus mercados. Situación que además de profundizarse en la década pasada, incluyó a las entidades bancarias como actores fundamentales que veían en sus productos tradicionales un alejamiento pronunciado por el avance de nuevos productos derivativos y de perfil cambiario-financiero que por su pronta rentabilidad más que un deseo de comercializarlos, era más bien una cuestión de inclusión en las nuevas pautas que exigía el mercado, que por cierto, se alejaba cada vez más de iniciativas productivas generadoras de empleos y mano de obra.
Actividades financieras que se vieron radicalmente mejoradas en sus estándares de rendimiento, cuando luego del crecimiento de la deuda pública de los países ricos (como simple y provisoria solución del estancamiento de los setenta) implicó un deterioro de la actividad económica con la consecuente desaceleración de ingresos fiscales de los correspondientes estados, que asimismo debían sostener la demanda y paliar la avalancha crecida de precios.
Así se legisló para crear un tratamiento fiscal que favoreciera a los intereses, estimulando las compras que serían funcionales para sustituir activos por deudas, practicando paralelamente reducciones fiscales que a favor de grandes empresas, enfriaba los costos laborales en detrimento del empleo progresivo y equitativamente remunerado.
Con ésta huída de la política fiscal en pos a la primacía de la monetaria, la restricción de la demanda agregada como el encogimiento de los ingresos influyeron decididamente para ampliar la dependencia respecto de la deuda privada como sostén de aquellos difíciles patrones de crecimiento, que se veían además, vulnerados por el raudo aumento de déficit presupuestarios producto de la demanda estatal de fondos, concluyendo en un incremento súbito de las tasas de interés, hecho, que a merced de las actividades financieras, era además un imán atrayente de nuevos grupos de negocios.
Que mejor protagonista que el ex presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, pude dar cuenta de ello, siendo que con política monetarista de innovaciones crediticias, benefició el acceso al crédito como así el cambio de los criterios de las empresas y de los mismos hogares de familia respecto al nivel del endeudamiento prudente. Donde el consumo volvía a ser el verdadero protagonista, alimentado por el déficit del gasto privado en contraposición al crecimiento del gasto público y el ingreso privado (Marshall, 2011). Sin dejar fuera de referencia los efectos económicos que se buscaron vía el Complejo Industrial Militar a través de los continuos bombardeos a Irak, los conflictos bélicos con Yugoslavia y Asia Central, que tanto el mencionado Clinton, como Bush padre (en la guerra del Golfo) protagonizaron oportunamente y que luego coronara Bush hijo con las invasiones a Irak y Afganistán.
Situaciones varias, que de no materializarse, como es el caso de la inminente derrota de las tropas americanas en territorio iraquí ó la no implementación del Area de Libre Comercio de las Américas en tierras sudamericanas, por citar algún ejemplo, hacen que los esfuerzos económicos imperialistas para profundizar el sometimiento, se traduzcan en pérdidas inconmensurables, como así en desajustes fiscales y el consecuente crecimiento del endeudamiento público y privado; envolviéndolos en una incontrolable vorágine económica y financiera, como pocas veces se registra.
A simple vista puede constatarse un importante actor en éste escenario como es el voluntarismo y la participación del Estado, que juega un destacado papel a la hora de determinar la cuantía de la masa financiera global y su pertinente desarrollo, con el consecuente deterioro progresivo de las fuerzas productivas que no participan del negocio de la industria militar. Situación de acompañamiento y salvataje financiero estatal que luego se expresa en forma más locuaz al llegar el colapso económico de 2008, donde sacudidos por una contracción financiera sin precedentes, los Estados (particularmente EEUU) recurren a una transferencia de ingresos sideral a fin de recomponer el nivel de actividades financieras y así menguar en su descalabrado funcionamiento.
Lo mencionado no puede sorprender de sobremanera, dado que si de un análisis situacional bien se puede observar que diligentes reparos económicos provienen de enraizados orígenes monetaristas. Así, lejos del pasmo, podría corresponder la pertinencia de ello. Si bien se había acostumbrado al animal a comer desmedidamente determinado alimento, cómo podría haber emergido algún pensamiento que diste en escapar de ésa rápida alternativa y cambiar el modo de alimentación, ni siquiera paulatinamente. Era obvio que de ése sistema monetario se pretendería resolver los conflictos que allí se suscitaran con inyección de dinero.
Ahora el interrogante se plantea en cuanto al avance de éste proceso de autofagia, donde el capitalismo como un animal hambriento que se ha comido todo lo que tenía a su alrededor, se empieza a comer a si mismo (Beinstein,2010). En ése sentido desenlaces como las crisis de 1930 y 2008 parece no haber dejado ya las enseñanzas suficientes, en tanto que el negocio financiero continúe apoderándose de centros decisivos de la industria, el comercio y la agricultura, haciendo que determinadas empresas puedan acceder a bifurcar libremente sus campos de acción, integrando un sistema de negocio donde el entrelazamiento de actividades e intereses pueden influir negativamente, no sólo en actividades circunscriptas a empresas de menor envergadura y enfocadas a productos específicos, sino también contra la sociedad en temas que afectan a salarios, costos laborales, monopolios y preservación del medio ambiente.
Otros horizontes
Un factor relevante que en el marco coyuntural mundial se ha puesto de manifiesto, es la presencia de acontecimientos de características globales que como un dominó fueron mostrando sus efectos adyacentes, que años anteriores no hubiesen sido siquiera pensados por el común de las sociedades.
Las circunstancias de economías centrales discrepan bastante con otras realidades, en virtud al papel destacado que vienen cumpliendo nuevas manifestaciones del poder político en el marco de países que conforman América Latina, donde a contraposición de épocas pasadas, y con una mirada introspectiva, tratan de evitar flagelos que castigaron no sólo su entramado social, sino también sus correspondientes economías, obligando ello, a circunstancias desiguales a la hora de afrontar las correspondientes negociaciones con otros países.
Avanzar en escenarios donde el papel del Estado abandone viejas posturas pasivas e intrascendentes, para intensificar de algún modo un proceso de sustitución de importaciones conjuntamente con la reindustrialización y la implementación de un adecuado tipo de cambio que los beneficie, son algunas de las medidas que hoy día caracterizan, a simple vista, a determinadas geografías latinoamericanas y, que en virtud a las circunstancias mundiales, si bien hay mucho por hacer, los resultados indican que los caminos adoptados no fueron del todo equivocados. Mucho menos para tildarlos de “afortunados”, circunscribiendo así dichas conquistas exclusivamente al factor “suerte”, olvidando que los mejores resultados se definen cuando existe un verdadero comando de los recursos propios con real capacidad para poder administrarlos en virtud de un proyecto que no sólo contemple los intereses nacionales, sino también alcance una impronta regional, que beneficie a America Latina toda.
Por otro lado, acuerdos e integraciones regionales que también se manifestaran en la confluencia entre Irán, Rusia y China, intentando mostrar no sólo una imagen más sólida de sus economías, sino que además un perfil de negocio un tanto más independiente de las políticas concentradas que se vienen circunscribiendo.
Convergencias ellas que salen fortalecidas, puntualmente, por la necesidad que llevan sus integrantes en diversificar las monedas con que realizan sus reservas. Por caso, la economía china presenta un crecimiento en cuanto a su nivel de depósitos, dato que además de importante no deja de ser paradójico, en virtud a que como correlato a su extrema dependencia de las exportaciones, adquiere gran cantidad de dólares que no puede disponer con total libertad, dado que si así lo hiciese, inundaría el mercado con dicha moneda causando no sólo la perdida consecuente de valor, sino también afectando paralelamente la cuantía de sus reservas disponibles.
De todas formas no se hacen esperar las críticas desde los Estados Unidos, cuando acusan al gobierno de China por intensificar la baja de su moneda y la del yuan, a fin de salirse beneficiados en el abaratamiento de sus exportaciones, repercutiendo así, en sus niveles de crecimiento y ocupación laboral. Panorama que además de configurar a la economía china en un lugar primordial como financista del déficit comercial y fiscal de las naciones desarrolladas, la sitúa en carácter de principal socio comercial de Washington, siendo que el déficit estadounidense en ésa balanza de intercambio alcanza los 270.000 millones de dólares (Página12,el Mundo, 21/01/11).
De éste modo puede contemplarse una tendencia al cambio en la elección del tipo de moneda de depósito que, por poco, evidencia una debilidad (insospechada, hace un tiempo) en el valor del dólar, más cuando recientemente la Reserva Federal en el marco del denominado “Quantitative Easing (QE)” prevé comprar bonos del Tesoro, inyectando 600 mil millones de dólares (podría llegar a 2 billones), que sumada con la transferencia de 78.400 millones de dólares que dicha reserva (FED) también girará al Departamento del Tesoro, contribuirán con aquel debilitamiento, como así al incremento de déficit fiscal, que valga la aclaración, a diferencia de economías nacionales más heterodoxas, podría condicionar de algún modo el mantenimiento estanco de los precios internos en Estados Unidos.
Esa fragilidad de la moneda universal, disminuye las intenciones de inversión en la renta financiera dolarizada, aumentando así, no sólo la competitividad de Estados Unidos, sino también las tendencias inversionistas en otros activos lejanos a dicho numerario exánime. Efecto que bien puede relacionarse con dos consecuencias deparadas en economías sudamericanas, como ser la revalorización del real en Brasil, y la disminución de la fuga de capitales en Argentina.
De todas formas, alteraciones en el panorama económico ya se vislumbraban en 2001 cuando diversos economistas del banco de inversión Goldman Sachs, como así medios renombrados como Financial Times ó The Economist comenzaron a observar la magnitud del progreso mundial que el grupo de países conformado por Brasil, Rusia, China e India aportaba como conjunto de naciones asociadas y que además se postulaba como una alternativa viable frente al retroceso económico de Estados Unidos, Europa y Japón (Bocco, 2011).
Asociaciones de países emergentes que fueron creciendo y con ellos así lo demuestran las inversiones correspondientes. A tal punto de marcar una época en el intercambio comercial global, como bien la intentan ahora protagonizar el grupo de países denominado Eagles (por sus siglas en inglés, Emerging and Growth Leading Economies) que sumando los cuatro del BRIC junto con Corea, Indonesia, México, Egipto, Taiwán y Turquía explican el crecimiento económico mundial, del que tampoco quiere perder pisada, el inminente desarrollo comercial que por parte de Argentina, Perú, Colombia, Polonia, Tailandia, Nigeria, Sudáfrica. Malasia, Vietnam, Bangladesh y Filipinas se viene dando. .
Estos procesos (que hasta podrían ser diversificatorios de moneda en depósitos) planteados por medio de alianzas estratégicas entre distintos actores, se presentan como alternativas comerciales que pueden identificar una senda para la construcción de nuevos escenarios, que alejándose del centro capitalista, puedan mostrar que otra realidad es posible en forma conjunta con el desarrollo interno de las capacidades y aptitudes que forman dichos Estados, y que sin la presión de negociaciones desiguales ó monopólicas, seguramente se verán fortalecidas en pos de un crecimiento sostenido, que incite también a una disminución de las desigualdades sociales que tanto vienen amenazando.
Conclusión
Los contextos y coyunturas que hoy se aprecian no son el exclusivo producto de meros accidentes. Muy por el contrario, existen causas, que así como sus efectos pueden analizarse con miras a la contradicción que la realidad económica mundial nos muestra con su acontecer.
Así, por un lado, en el sur del continente americano, las políticas de intervención del Estado aspiran a contribuir a la metamorfosis compleja que implica la mejor redistribución del ingreso, la inclusión social y el bienestar personal, empleando para ello las diversas herramientas que desde la agricultura hasta los sectores productivos de alto valor agregado permiten desarrollar. Intentando profundizar la participación de la sociedad, incidiendo así a prosperar un rol protagónico de la clase media y trabajadora, que sin duda encabezarán las necesidades de la mayoría.
Distinta apreciación vale para la intervención manifiesta en países como Estados Unidos ó aquellos miembros líderes de la comunidad europea, donde como se vio, tuvo su protagonismo en el devenir económico de las mismas aunque, resultados mediante, repercutiendo de manera negativa en la sociedad, siendo que además, dicho papel se afianzara cuando diversos intereses (fundamentalmente privados) se veían amenazados, instando así medidas tendientes a socializar las pérdidas, pero no las ganancias.
Medidas que, como no podía ser de otra forma en virtud a las economías monetaristas que las disparan, recurren a la mera inyección de dinero, pretendiendo con ello salvar un mercado entrelazado con componentes mayoritariamente financieros que, asimismo y por su propio peso específico, hacen que el debate económico prime por sobre lo político, instrumentando herramientas como la eliminación de impuestos a los que más poseen y el ajuste monetario que afecta a los más necesitados y desemboca en los conflictos sociales que actualmente son de público conocimiento.
De ello también emergen nuevos actores que conformando alianzas pueden caracterizar un Nuevo Orden Económico tendiente a viabilizar nuevos enfoques comerciales sin necesitar de economías desarrolladas que ya enviciadas, sólo proponen a la teoría del derrame como sustento para el crecimiento y de las cuales ya se conocen sus respectivos desenlaces.
Consustanciando y profundizando políticas soberanas, estos actores marcan cuanto menos, una opción a la hegemonía de tantos años, como así un desafío a las corrientes del pensamiento ortodoxo. Detalle no menor en virtud al debate que debe y es menester darse de acuerdo a las características decadentes que el sistema hoy entrega.
Bibliografía - Bibliography
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Coyuntura de Estados Unidos, América Latina y China
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