Technical note
Empresas Sociales: hacia una economía solidaria
Resumen
Abstract
Palabras Clave:
Trabajo, Economía Social, ⓘ
Keyword:
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Introducción
Este paper se propone realizar aportes para conocer el funcionamiento concreto del mercado de trabajo en la Argentina a través del estudio de las instituciones intermediarias, caso las empresas sociales que articulan los requerimientos de la oferta y demanda laboral, como parte de un estudio para la contribución al desarrollo local sustentable.
Numerosas son las teorías y muy diferentes unas de otras sin que necesariamente las más nuevas invaliden, sustituyan y perfeccionen a las anteriormente vigentes.
Sucede otra cosa con las ciencias exactas y naturales donde los nuevos conocimientos y descubrimientos a menudo ponen en cuestión o dejan obsoletos los anteriores y los reemplazan.
Las teorías económicas sobre el mercado de trabajo en cambio se han desarrollado de manera secuencial o en paralelo, pero no existe la única y mejor teoría que permita interpretar de manera adecuada toda la realidad de un país sin tomar en cuenta la trayectoria nacional.
Se pretende caracterizar a las instituciones intermediarias en función de los diversos segmentos del mercado de trabajo con el que se vinculan.
Se elaboran hipótesis acerca de estrategias de alternativas laboral sustentables por los propios protagonistas y, desde allí, determinan la incidencia de los agentes de intermediación.
Por ejemplo, ¿es posible que las empresas sociales, no sólo constituyan un camino para los excluidos, sino una entrada laboral creativa para los jóvenes emprendedores?
¿Pueden las empresas sociales tener una existencia y prolongación en el tiempo, ser autosustentable en un escenario híper competitivo, sin herramientas estratégicas de mercado?
El abordaje encarado en el estudio es el de analizar las tácticas de búsqueda y creatividad de los excluidos laboralmente.
Nos referiremos a la tarea de reconstruir una herramienta que los incluya y aporte sustentabilidad en la cooperación y la solidaridad.
Esto se afirma, en tanto el hombre en forma innata está orientado hacia los otros, sus comportamientos económicos hacia la cooperación y la solidaridad, esta transformación cultural e ideológica de valores es la que atraviesa el aprovechamiento del capital social, la red de relaciones asociativas y solidarias.
Colocar la mirada en las empresas sociales y en la economía solidaria, en particular significa encontrar nuevos sentidos a la contribución de la búsqueda de maniobras para que el conjunto de unidades económicas pueda transitar desde una respuesta defensiva frente a la emergencia social de pobreza laboral.
Como lo proclama Arroyo (2001) el capital social económico es “la dimensión relacional, asociativa, conectiva, de aquellas unidades u organizaciones que actúan en la esfera de la producción, la distribución o el intercambio de bienes y servicios.
He aquí, pues nuestro interés en el abordaje de este tema, que a lo largo de las siguientes páginas esperamos identificar y caracterizar alternativas sostenibles de trabajo y generación de ingreso.
Algo de historia
En el período posterior a la segunda Guerra Mundial, durante los “treinta años gloriosos”, plena configuración fordista – taylorista, las necesidades de fuerza de trabajo en los países industrializados y la situación de casi pleno empleo crearon las condiciones, incluso, para organizar oficinas públicas que promovieran la inmigración y el entrenamiento de mano de obra proveniente de países económicamente menos desarrollados, o que huían de la pobreza dejada por la gran guerra.
Más tarde, ya en las décadas de los sesenta y los setenta, cambia significativamente la aceptación social de los trabajadores y se modifica su perfil, ampliando el espectro de estos servicios al reclutamiento y la selección de mandos medios, gerentes, altos ejecutivos y el asesoramiento en el desarrollo de la carrera profesional.
Compartimos el postulado que por lo general, el mercado de trabajo no se encuentra en equilibrio ni tiende hacia él naturalmente sino que, por el contrario, debido a su funcionamiento existen el desempleo abierto, el subempleo, el trabajo no registrado y la precariedad, y que durante la última década sus respectivas tasas han crecido y persisten.
En las nuevas condiciones del mercado de trabajo el papel que juega la economía solidaria es fundamental y fundacional.
Por ello toda reflexión es válida en aquellos ámbitos que se consideren esenciales contra la exclusión social y en la reducción de las tasa de pobreza en nuestro país.
En primer lugar, las políticas de empleo y la manera en que éstas afectan a las personas excluidas del mercado de trabajo o que tienen una posición precaria en el mismo; en segundo lugar, a las políticas de rentas como instrumentos indispensables para mejorar la calidad de vida de las personas más pobres; en tercer lugar, a la educación, por la relación estrecha que la misma tiene con las oportunidades de que las personas estén incluidas socialmente. En cuarto lugar, a la vivienda como condición indispensable que facilita a las personas la posibilidad de habitar en un entorno adecuado y contar con las condiciones de dignidad de vida básicas; que se encuentran en situaciones vulnerables. En quinto lugar, a la salud por la relevancia que ésta tienen en las personas excluidas, la mala o incierta, inestable alimentación para desarrollar una tarea laboral diaria.
Las empresas sociales
Trabajar en colectivo significa construir un sujeto social que organice el trabajo y tome decisiones sobre cómo, cuánto y cuándo producir, así como distribuir los ingresos. Significa reconocer intereses grupales y objetivos comunes que pueden alcanzarse mediante la acción conjunta; y pasar de un nivel individual de decisiones a un ámbito colectivo que limita la libertad individual en aras de un bien común.
La empresa social, por su carácter, no puede plantearse sólo en términos de rentabilidad y competitividad, como cualquier otra empresa, sino que desde un principio asume objetivos, extensos, ambiciosos, de bienestar colectivo, de ayuda mutua, de cooperación y servicio social.
Como dice Rawls, (1974) “confiamos en los otros si estamos en un contexto que nos estimula la confianza en nosotros mismos.”
Una connotación importante: la confianza es generadora de relaciones de confianza, es un recurso que crece con el uso.
Hablamos de un contexto de asistencia capaz de producir ese efecto, pero sobre todo de validación.
La empresa social es un contexto de asistencia estructurado sobre la base de relaciones que disminuyen la incertidumbre y la desconfianza en nosotros mismos y en los otros, que acrecientan el sentido del valor personal y genera condiciones de intercambio social aptas para llevar a cabo el desarrollo de la capacidad emprendedora de cada uno de los integrantes.
De esta manera, podemos ver que las empresas sociales se organizan generalmente en torno a un objetivo de mediano a largo plazo, vinculado con el bienestar de sus agremiados y que responde a una problemática determinada. Por ejemplo producir colectivamente algo para tener beneficios y brindar servicios de la que se obtendría si se trabajara individualmente; obtener más fácilmente los insumos que el proceso productivo requiere; conseguir mejores precios para sus productos y / o servicios.
La idea de trabajar con personas en situación de vulnerabilidad económica, como respuesta a imperiosas necesidades de esa población, se viene exponiendo y practicando desde hace muchos años en el campo de la psicología, sociología, pero el concepto y el esmero de construir espacios laborales a cargo de una Empresa Social como formadora de esos escenarios, resulta novedosa. En este teatro de operaciones, que reside en el capital social económico, podemos distinguir dos tipos de organizaciones primarias:
- Unidades económicas de la llamada economía social, solidaria o popular.
- Unidades económicas de la economía empresarial capitalista.
Se diferencian en función de la relación social o forma social del trabajo.
La economía social se basa en relaciones no salariales e igualitarias entre los trabajadores que son los propietarios del capital y por lo tanto del producto o servicio que realizan.
En el interior de las unidades u organizaciones con un marco normativo explícito o implícito, basados en mecanismos participativos en la toma de decisiones, encontramos que este accionar no es valorativo para todas las unidades organizacionales.
Bien es clasificar en el marco de la economía social, tres tipos de organizaciones económicas:
- de autoproducción
- de subsistencia
- capitalizada o empresa social propiamente dicha.
Tanto las unidades de autoproducción como las de subsistencia tienen por objetivo asegurar la vida y la reproducción de la mano de obra, las primeras a través del autoconsumo de lo que producen, ejemplo válido, “Huertas Barriales de San Miguel” las segundas de acuerdo al ingreso obtenido por la venta de su producción en el mercado.
Pero las unidades de las empresas sociales, tienen por objetivo mejorar la vida o la calidad de vida y también lo hacen a través del ingreso obtenido por la venta de la producción en el mercado, en algunos casos puntuales.
Diferenciadas por la economía empresarial capitalista que tiene por objetivo obtener una rentabilidad sobre el capital obtenido.
La economía social, está integrada por una gran heterogeneidad de actores para quienes su fuerza y valor económico radica en su propio trabajo: los que recuperan una fábrica, un hotel, caso emblemático el Bauen de Buenos Aires, crean una cooperativa, los que encaran un emprendimiento productivo para reforzar un comedor solidario, con pan, facturas o dulces, los que comercializan excedentes hortícolas de sus granjas familiares con fines sociales.
Pero también deberíamos incluir aquellas empresas sociales capitalizadas, aunque acumulen capital, pero en la medida en que se basen en relaciones sociales de trabajo y puedan constituirse como paradigma que puede ser muy bien representado desde la responsabilidad social.
Aportes de la Economía social o solidaria
La economía social o solidaria, hemos explicado en páginas anteriores su significancia. Basada en relaciones no salariales, solidarias e igualitarias de trabajo, a través de la relación social que se establece entre los actores – trabajadores, son los sectores de menores recursos de la sociedad los que integran los tipos u organizaciones de de la economía social o solidaria.
J.L. Coraggio (2001), se refiere a esta economía como ”economía popular”, y aclara que “no tiene que ver con la formalización de lo informal, sino con la constitución de un subsistema dentro de la economía, una economía del trabajo por contraposición con la economía del capital”.
Cabe mencionar el gran desarrollo de las llamadas empresas sociales en Europa, generalmente se conocen más casos en España e Italia, caracterizadas por estructuras jurídicas y gerenciales bastante formales (fundaciones, asociaciones civiles sin fines de lucro, empresas asociativas, cooperativas, etc.).
Este tipo de unidades, que por ahora en nuestro país son constituidas por una porción minoritaria del universo de la economía social, basadas en el trabajo tanto remunerado cooperativo (para diferenciarlas del remunerado asalariado) como voluntario de sus miembros, atienden a problemáticas sociales, como las de “personas con capacidades diferentes”, es decir, cuestiones sociales de naturaleza pública que el Estado ha evaluado que la empresa social puede atender con menores costos y mayor efectividad.
Nos resulta imperioso destacar, la perspectiva de género para visualizar el fenómeno de “femenización de la pobreza”, la importancia del rol de la mujer como sostenedora de la economía familiar y comunitaria.
Comedores comunitarios, siempre a cargo de una mujer, generan valor social, económico, en la medida que puedan ser abastecidos por otros actores sociales en los escenarios descriptos de la economía social participativa y estrictamente solidaria.
En este sentido optamos por un criterio estratégico vinculado a la identificación y posibilidades de organización de aquellos interesados en promover relaciones socioeconómicas más equitativas.
Tomamos por caso las alianzas entre las cooperativas de empresas recuperadas como el hotel Bauen con cerámicas Zanón, etc.
Pero cuando hablamos de de un criterio estratégico, pensamos también en la esfera política, cuando el Estado nacional, a través del gobierno de turno, no se compromete en un proyecto de desarrollo inclusivo de los excluidos, somos los ciudadanos, enfatizamos “somos”, los que tenemos la responsabilidad de movilizarnos y presionar, en la construcción conjunta con el Estado de una planificación sustentable.
Recordando una charla con un integrante de un microemprendimiento del plan “Manos a la obra”, este nos decía: “la vida sucede en los municipios, lo demás es virtual”.
El Estado nacional ha descentralizado hacia los niveles inferiores nuevas competencias, la mayoría de las veces con escasos recursos financieros y con una moderada capacidad, tanto institucional como de gestión, como ocurre en muchos municipios.
“La sociedad pide mayor eficiencia y control de gestión municipal y exige espacios de participación activa” (Di Pietro 2001).
Todo ello se da en un marco de una situación social crítica con desocupación y tensión social. En este ámbito es dable y amerita el pensar en colectivo, las empresas sociales, a nuestro entender es uno de los recursos creativos más viables para la participación de diversos actores comprometidos en una planificación responsable.
Pero la crisis del mercado de trabajo por un lado y el rol de la empobrecida gestión del Estado por otro, en este escenario ¿los actores sociales ven más allá que una situación transitoria de emergencia, o juntos podemos resolver problemas?
Pues bien, lo distintivo de la empresa social refiere a la naturaleza y al significado del trabajo. Aquellas diferentes fórmulas del trabajo asistido, aún están fuertemente marcadas por la ideología teórica de la Administración, los Recursos Humanos, y son pocos los que por la vía de las empresas sociales llegan a entrar en la normalidad de una vida de trabajo ordenada, mientras que muchos la recorren para confirmar un destino de exclusión.
Como dice Castells: “las seguridades económicas, normativas y sindicales, las identidades de clases, se están convirtiendo en el recuerdo de una época del modelo de trabajo”. En la empresa social se prefiere no hablar de trabajo como operación, lo que se reivindica es el sentido del trabajo. Se habla de actividad, se valoriza el gusto, la tensión, el placer de hacer. Más que las motivaciones materiales (lucro), rigen las motivaciones morales y deontológicas, el deber y el deber ser.
Por ello las estrategias de la empresa social trabajan en la construcción de un tejido de intercambios sociales, en validaciones de las personas, mediante el cultivo de relaciones de confianza y las condiciones de autoestima, actitudes indispensables para aplicar en los contextos asociativos.
La empresa social invierte en lo social, pero para producir equilibrio social, así el llamado tercer sector, el voluntario, las iniciativas solidarias, las cooperativas sociales, se le otorga una importancia creciente, sobre todo , porque tendría la capacidad de asumir las tareas en aquellas demandas y situaciones especiales a las que la asistencia pública estandarizada no puede responder.
Las empresas sociales son proyectos colectivos, que tienen en cuenta el sentido de pertenencia, la identidad del grupo, en verdad el paradigma de la empresa actual también tienen este recurso estratégico, una elevada identidad del grupo, dentro de una estructura organizativa que le sirve como modelo cultural, por eso nos referimos a las empresas como una “sociedad en miniatura”.
En este sentido, para la empresa social, la fuerza en la que se nutre la identidad y pertenencia del grupo están destinadas a producir el bienestar de los actores participantes, a crear “justicia social”, con sentido solidario, no como altruismo, sino como “capital social”.
Capital Social y Actores en integración social
La noción de capital social, es una contribución teórica del sociólogo francés Pierre Bourdieu, (1980) que lo define como:
“el conjunto de los recursos reales o potenciales que se vinculan con la posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de interconocimiento, o en otros términos, con la pertenencia a un grupo, como conjunto de agentes que no están solamente dotados de propiedades comunes (susceptibles de ser percibidas por el observador, por los otros o por ellos mismos), sino que están también unidos por lazos permanentes y útiles”.
Algunos autores latinoamericanos, desarrollan el concepto de red para lo que se considera un tipo novedoso de capital social, en ese sentido, H. Poggiese concibe a las redes como una relación articulada que desarrolla la práctica de la intersectoralidad e integridad.
(…) Pertenecer a una red significa trabajar con otros, formando parte de un proceso donde se intercambia información, se generan nuevos conocimientos, se potencian las experiencias, se intercambian recursos, se hacen prácticas integradas y se construyen modelos replicables para otros proyectos. (Poggiese y otros, 1999).
En Coleman (1989), encontramos un concepto que nos resulta altamente atractivo, pues enfatiza la intencionalidad de los actores en crear una red y persistir en el tiempo, así se va construyendo el capital humano:
(…) los actores establecen relaciones intencionadamente y continúan en ella cuando siguen proyectándole beneficios.
También el autor acentúa la confianza como elemento de cohesión, que facilita la actividad productiva.
El capital social, entonces, se nos revela como rasgos de la empresa social, como confianza, normas, redes, desarrollo, relaciones coordinadas y la actitud de los actores para procurarse beneficios en virtud a la pertenencia y la identificación.
Las reflexiones centradas en la importancia del capital social en la explicación de los fenómenos económicos, B. Kliksberg y Tomasini, (2000) consideran la presencia del capital social como prerrequisito para la obtención de determinados resultados económicos, por ejemplo, el desarrollo.
Como vemos, en general, esta línea de pensamiento realiza un juicio valorativo positivo acerca de los efectos de la trama social, al menos en el campo económico, y en América latina, se ha estado aplicando este modelo basado en la confianza, la solidaridad, la normatividad y la participación ciudadana para formar una égida social económica.
Es en este sentido, que nos haya interesado la función o rol del capital social como “facilitador” del desarrollo local, en la medida en que es este ámbito acotado (municipios, aunque atravesados por determinantes de los ámbitos regional, provincial, nacional e incluso internacional) donde se cristalizan las relaciones interpersonales y entre otros sectores sociales que pueden tener un impacto inmediato sobre los logros de los objetivos.
Si bien se atribuyen efectos secundarios, fundamentalmente a las políticas populistas y clientelistas, que impiden una participación ciudadana autogestionada e independiente del poder del Estado, un informe del Banco Mundial, asigna al capital social “una fuerza unificadora decisiva que une a los ciudadanos con los gobiernos” (Banco Mundial, 2001).
Si bien el informe sobre le capital social en nuestro país, parte de un diagnóstico que habla de la desigualdad, el desempleo e indicios de tensión y exclusión social, a nuestro entender, el capital social, urdiendo empresas sociales, interceden para que los actores pueda transformar ese inequidad en algo valioso, en lo personal y en lo grupal, se aprende a pensar en el nosotros, “nos y los otros”.
Tal el ejemplo de COLCIC (Comisión de Lucha contra las Inundaciones y la Contaminación), su historia se remonta un 17 de noviembre de 1985, como consecuencia de luchas reivindicatorias por problemas hidráulicos de los arroyos San francisco y Las Piedras.
En el aprendizaje y la cohesión entre los miembros de COLCIC, se constituye como una ONG, donde es el referente para 60 familias, sociedades de fomento, centro de jubilados, comunidad escolar, y la muy estimable participación de los vecinos.
La estrategia de COLCIC fue aunar esfuerzos, a través de la formación de una Empresa Social, donde el slogan es “respetar la dignidad humana”, brindando diversos beneficios a los integrantes.
Tienen en proyecto instituir el trabajo solidario, los objetivos a futuro pero con una mirada en el presente son:
- Solución a los problemas de las inundaciones.
- Solución a los problemas de contaminación.
Servir como semillero de concientización sobre la problemática ambiental - Desarrollo de la región para insertarla en el siglo XXI
- Elevación de la conciencia de sus integrantes.
Hacia un Capital Social ampliado
Como hemos visto, enfatizando ahora el carácter dinámico del capital social, y las empresas sociales, es posible cuando se moviliza el recurso motor del capital social: las relaciones sociales entre las organizaciones.
Cuando estas consiguen desarrollar prácticas o actividades que motorizan otros recursos, se produce así un proceso de acumulación de las partes intervinientes en el capital social en beneficio de las empresas sociales que conforman la red.
Los recursos pueden ser económicos (maquinaria, edificios, recursos financieros), culturales (información, conciencia de intereses comunes, know how, publicaciones), políticos (capacidad de representación, de demanda en defensa de sus intereses ante el Estado y ante otros sectores de poder) y sociales (conexiones con otras organizaciones, traducidos en convenios, acuerdos marco).
Es preciso destacar que una empresa social contenida en los límites de un capital simple, como estructura organizacional, se halla en desventaja y en un equilibrio inestable, con un pronóstico que puede incurrir en su desaparición, frente a los primeros contratiempos, dificultades que presenta un medio tal hostil como es la política económica predominante, especialmente desde el concepto de globalización.
El estigma del capital social y las empresas sociales es que en esta interdicción tan dinámica y compleja en las relaciones sociales, se van acumulando recursos en dos sentidos:
- hacia adentro: ya que presentan necesidades de división de roles y funciones, creación de nuevas áreas de gestión, especialización en los desempeños, lo que exige mayores niveles de capacitación de los miembros.
- hacia afuera: dado que se crean nuevos y mayores vínculos con el entorno, hasta llegar a la construcción de varios tipos de relaciones con otros actores y sectores sociales, aunque también con el Estado, para obtener nuevas oportunidades y recursos, es de entender que esta situación traerá aparejada, una intencionalidad, mayores niveles de acumulación de los distintos tipos de capital.
Por ello, la tragedia, cada vez, el pensamiento de acumulación tiene un perfil análogo a las empresas de capital con fines de lucro.
Por supuesto la transición hacia nuevas etapas, en el ciclo de vida de las empresas sociales, el capital social ampliado, implica, pues, no sólo cambios cuantitativos (en términos de cantidad de recursos, conocimientos, relaciones, etc.), sino cambios cualitativos (modalidades de gestión, articulación con el entorno, etc.).
Estos cambios pueden leerse en las prácticas concretas que desarrollan las organizaciones que conforman una empresa social, mayores niveles de participación social, mayor responsabilidad, mayor conciencia sobre la situación del sector de pertenencia, el diseño de una planificación a corto y mediano plazo.
Un ejemplo de esta transición, lo constituye la asociación civil Warmi Sayajsungo, con origen en la Puna jujeña y actualmente extendida a la Puna salteña y que integran más de 60 comunidades de mujeres campesinas collas.
La Warmi se inició a comienzos del 95 como cooperativa integrada por unas 350 mujeres rurales cercanas a Abrapampa y conducidas por un líder local, Rosario Quispe, con un pequeño taller textil que trataba de comercializar su producción artesanal tradicional en las ferias de la región.
Pronto aparecieron problemáticas específicas de género debido a la alta tasa de mortalidad de las mujeres con cáncer de útero. La propia iniciativa de las mujeres logró el apoyo del hospital Durand y del hospital Roffo (especializado en oncología) ambos nosocomios sitos en la ciudad de Buenos Aires, para encarar una campaña de prevención de la salud, con resultados positivos.
El crecimiento de la organización permitió el pasaje a otras reivindicaciones referidas a la lucha por la tierra, por la mejora en los campos y en los rodeos (mejores pasturas, sanidad animal, etc.), por el desarrollo de nueva actividades agroindustriales (pequeñas queserías, curtiembres, artesanías) y por la implementación de fondos para microcréditos para apoyar la gestión.
La Warmi, ha podido concretar muchas de las iniciativas, con aportes de programas nacionales, (FONCAP) y sobre todo de ONG, extranjeras que le han acercado importantes recursos para constituir fondos comunales administrados en forma descentralizada en cada comunidad.
Ha podido constituirse como una empresa social, donde el capital social fue un ingrediente sustancial tanto en lo económico, político y cultural, lo que en su interacción la consolidaron como un paradigma de empresa social en la región.
Nace así la figura del entrepeneur social, aquel individuo que se propone reinventar un nuevo modelo de condición social para una sociabilidad que de otro modo está ausente, se trata de una empresa que da existencia, energía y sentido a lo social.
La materia prima está dada por los individuos que por sus saberes y destrezas, vivifican este nuevo paradigma, lo nutren y lo sustentan en el tiempo.
La empresa social, bajo esta mirada es un laboratorio, que recompone ámbitos de vida con normas específicas, microhistorias que se ligan, para componer un mundo productivo diferente, una posibilidad real.
Hacia una urbanización sustentable
La llamada urbanización sustentable, se expresa también en las nuevas formas de trabajo, dado que se la asocia a la pequeña empresa, el teletrabajo, la prestación de servicios ecológicos, de apoyo y participación de la ciudadanía a la gestión educativa, de creación de redes de atención a los adultos mayores, de fomento de la vida urbana asociativa, se desarrollan en función de necesidades locales.
La nueva forma de trabajar en ciudades pequeñas e intermedias como en Bologna, Italia, generan relaciones sociales de cooperación que pueden ser “filtros culturales” de resistencia frente a la cultura de la sociedad de mercado.
Estas formas de trabajar en red, son antagónicas con los designios de crear enormes ghettos urbanos de las poblaciones, que sobreviven asistidos por el Estado y el “voluntariado”.
Así la vieja “sociedad salarial” puede ser sustituida con variadas formas de remuneración al trabajo, como el “salario social”.
En la aldea global de Marshall Mac Lughan es previsible un gran debate sobe los nuevos contenidos en la relación entre el empleo y trabajo.
En efecto, la economía neoliberal puede estimular una revolución productiva, pero no generar empleo.
La fábrica fordista, e incluso el modelo taylorista, desaparecen, por eso ahora es necesario, para generar empleo, pensar en la combinación entre empresas de alta tecnología y redes asociativas de empresas sociales que generen empleos, y al mismo tiempo amplíen la base productiva de las economías nacionales.
Pero la utopía es el viraje hacia un mundo solidario, implica un cambio cultural, debemos cambiar nosotros.
Como el modelo de pensamiento japonesa, “ la empresa es una comunidad de trabajo”, las empresas sociales deben ser tenidas en cuenta como “empresas de comunidad de trabajo”
Epílogo
Hacia la ruta de Ulises, de muchas luchas, en detrimento de la resignación de Penélope, tejiendo de día, destejiendo de noche. Las dificultades de la empresa social desde la formación social.
Una visión afirma que lo relevante de la educación no es que brinda al trabajador un nivel de instrucción o de capacidades técnicas específicas, sino que el sistema educativo lo entrena para ser disciplinado, aceptar y cumplir órdenes, ser diligente, y otras capacidades importantes para que los empleadores y su personal gerencial puedan organizar el trabajo maximizando sus beneficios.
En esta perspectiva no hay una relación directa entre productividad y educación, pero la misma sigue siendo un factor importante en los procesos de selección y contratación. Esta visión plantearía que los empleadores asocian mayores niveles de calificación formal con más disciplina y entereza, capacidad de autonomía y responsabilidad, elementos decisivos para lograr una mayor competitividad (Thurrow, L., 1975).
La transacción laboral es un proceso complejo, pues la materia objeto del intercambio no se refiere solamente al empleo y al salario, sino que también están presentes el contenido del trabajo, las perspectivas de promoción, el "clima laboral" predominante, la duración y configuración del tiempo de trabajo, el espacio disponible para desplegar la iniciativa personal, el salario indirecto y las obras sociales de bienestar ofrecidas por los empleadores, etc.
Teorías que oponen trabajadores "Insiders" versus "outsiders" están fuertemente influenciadas por el individualismo, o el egoísmo corporativo, y también parten del reconocimiento de la heterogeneidad de la fuerza de trabajo.
Esta teoría reconoce de manera explícita el poder de mercado del cual disponen los empleados permanentes de la empresa. Está implícito que tienen un sindicato en el nivel de la empresa, bien constituido y representativo, o que la empresa ha prometido la estabilidad o ha otorgado beneficios por encima de los vigentes en el resto de la rama de actividad, a cambio de que ellos no constituyan un sindicato.
Estos "insiders", serían los empleados completamente integrados a la empresa, que adhieren a su cultura, reglas y comportamientos, con formación adecuada, que han ganado la confianza de los empresarios y son también aceptados por sus colegas
Los "outsiders" serían los trabajadores desocupados, o que buscan cambiar de empleo, pero con menores calificaciones, que aceptarían menores salarios que el de los “insiders”, estarían en el mercado externo a la empresa y serían candidatos a la formación del capital social de una empresa social sui generis.
Ese comportamiento estimulado por las empresas se debe al reconocimiento de los costos elevados de la rotación de la fuerza de trabajo, dados los costos que implica la selección, el reclutamiento, la inducción y la formación y el tiempo requerido hasta que se integren y adopten la cultura de la empresa Por eso los trabajadores "insiders" pueden intentar exigir a los empleadores el pago de mayores salarios que su productividad marginal, sin correr el riesgo del despido y llegan a oponerse al ingreso y promoción de los "outsiders", incluso en detrimento de la eficiencia y la productividad del conjunto de la empresa.
Como una forma de asegurar la permanencia de sus ventajas, podrían negarse a colaborar con los “outsiders”, con lo cual estos quedarían aislados dentro del colectivo de trabajo, tendrían una menor productividad y correrían el riesgo del despido.
Los salarios pagados internamente estarían más relacionados con el costo de la rotación que con la productividad marginal y la situación del mercado de trabajo.
Esa oposición entre los trabajadores tendría vigencia hasta el momento en que la empresa, asumiendo riesgos y por necesidad, prefiera contratar -incluso con mayores costos a candidatos externos a la misma. Pero en el caso de que los “outsiders” estén mucho tiempo desocupados, los empleadores deben asumir el riesgo de que debido a la inactividad, esos trabajadores hayan perdido sus calificaciones y el hábito del trabajo disciplinado y regular.
Salir de la sociedad salarial, para entrar a la sociedad de trabajo; desde luego estamos dando los últimos estertores de la sociedad salarial, sin sustituirlo por otra superior.
Todos somos desempleados en potencia, muchos, ya, en acto, se va degradando la cualificación del trabajo dado que la precariedad obliga a realizar múltiples y nuevos oficios u ocupaciones.
En efecto esta noción reduce el estudio de las motivaciones de los actores económicos a la “racionalidad del interés propio”, ¿un participante de una cooperativa, dejaría de pertenecer por un trabajo asalariado con maximización de los beneficios?
Es sin lugar a dudas el mayor desafío de las empresas sociales y la economía solidaria. Desde la antropología se utiliza el concepto de sociabilidad innata, los individuos sólo se explican en relación con otros individuos, desde la cooperación, uno de los factores primordiales que nos ha permitido sobrevivir. Filloux en un texto clásico como es La personalidad, introduce el concepto de “socialización” para referirse en el tiempo a través del cual el individuo aprende fundamentalmente las formas de comportamiento social y va construyendo en forma dinámica su personalidad individual.
Este autor concluye afirmando que el “ego” se constituye a partir del desarrollo de una serie de procesos en los cuales es esencial la relación con otros, que son los únicos que pueden proporcionarle las referencias de identificación. Para estas afirmaciones se apoya en trabajos de S.Freud, J. Piaget y G. Mead, entre otros.
Estas concepciones antropológicas y psicológicas se centran en lo social, en la explicación de la constitución de la personalidad y los comportamientos individuales, tienen implicancias importantes para la fundamentación de las empresas sociales y el capital social.
Pero hay una concepción todavía muy fuerte, la figura del cliente, a quien se lo considera el fundamento del negocio, quien lo mantiene vivo.
Es quien produce empleo y la sociedad confía los recursos productores de riqueza a las empresas, para que puedan satisfacer a los clientes.
Porque su propósito es crear al cliente, todo proyecto empresarial, tiene dos y solamente dos funciones básicas: el Marketing y la innovación.
Podemos luchar contra esta descripción, obviamente, el cliente, de la raíz clio, significa el que debe ser escuchado, y este cliente requiere de las empresas más compromiso social, más Responsabilidad Social.
El mercado de trabajo no es transparente sino más bien opaco, la economía solidaria en el mercado de trabajo, no debe ser una coartada frente a la emergencia, sino una alternativa de desarrollo, sustentable en sí mismo.
0rganizaciones de la economía empresarial y organizaciones de la economía social. Características distintivas.
Economía Social | |||||
Variables | Economía empresarial | De autoproducción | De subsistencia | Capitalizada | |
Relación social del trabajo | Asalariada | No asalariada | Familiar o asociativa no remunerada | Familiar o asociativa remunerada (monetaria o no monetaria, en especies u otras formas) | Familiar o asociativa remunerada (monetaria) |
Dotación de recursos | Suficiente | Escasez relativa | Variable | Escasez | Escasez relativa |
Forma de producción | Ampliada | Simple o ampliada | Simple | Simple | Ampliada |
Objetivo | Producción y/o comercialización de bienes y servicios para obtener una rentabilidad sobre el capital invertido. | Producción y/o comercialización de bienes y servicios para asegurar y/o mejorar la vida | Producción de bienes y servicios auto consumidos para asegurar la vida (reproducción de la mano de obra) | Producción de bienes y servicios auto consumidos para asegurar la vida (reproducción de la mano de obra) | Producción y/o comercialización de bienes y servicios para asegurar y/o mejorar la vida |
Racionalidad económica | Maximización de la ganancia capitalista | Maximización de un ingreso monetario y no monetario ahorro de gasto | Maximización de un ingreso no monetario | Maximización de un ingreso no monetario | Maximización de un ingreso monetario |
Bibliografía - Bibliography
Filloux, J. C.: La personalidad, Buenos Aires, Eudeba, 1994
Godio, J.:Sociología del Trabajo y Política. Editorial Atuel. Colección: Punto Crítico, 2001
Neffa, J.C.: El proceso de trabajo y la economía del tiempo, Editorial Humanitas, Buenos Aires, 1990
Putnam, Robert) . Para hacer que la democracia funcione. Editorial Galac, Venezuela, 1994
Turrow, L.: La guerra del siglo XXI. Editorial Vergara. Buenos Aires, 1992
Google Scholar Index
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Empresas Sociales: hacia una economía solidaria
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