Artículo

 

 

Globalización versus regionalización

 

 

Prof. Omar Horacio Gejo

 

Univ. de Buenos Aires
Vicepresidente Centro Humboldt

 

Lic. Ana María Liberali

Univ. de Buenos Aires
Presidente Centro Humboldt

 

 

Abstract

Due to its imposing presence over the last few yearsand being the subject matter of almost every relevant discussion, not taking into account the level of formality of the former, the concept of globalisation has turned into a supreme idea in which its explanatory and descriptive capacity have achieved an absolute consensus including not only its supporters but also those who are against it. However, beyond all discourse maelstrom brought about by this phenomenon, it is convenient to maintain a "healthy prudence", that is a preservative scepticism so as to avoid being carried away by the fierce forces generated by context imposition, which tends to produce " thought-killers", vacuous consensus which leads to the so-called statu quo.

 

Introducción

Por su presencia avasallante en los últimos tiempos, y siendo el epicentro de casi cualquier discusión importante -más allá del grado de formalidad de las mismas-, el término globalización ha devenido casi en un concepto supremo, cuya capacidad descriptiva y explicativa ha logrado un consenso extraordinario, abarcando éste, en un apabullante abanico, tanto a la amplia mayoría convalidadora como a la variopinta minoría impugnadora.

Sin embargo, más allá de toda la vorágine discursiva desatada detrás de este fenómeno, conviene mantener una sana prudencia, un preservador escepticismo, para no dejarse arrastrar por las fuerzas centrípetas generadas por toda imposición de contexto, que suelen obrar como imponentes aplanadoras del pensamiento, y forjadoras, así, de consensos vacuos, consentidores en todos los casos del statu quo.

 

La Globalización: ¿una vuelta a la Geografía?

El sentido central del enseñoreo del “novedoso” concepto no ha sido –ni es- otro que el de destacar la aparición de un nuevo tiempo, que presentaría, lógicamente, sustanciales diferencias con todo lo vivido anteriormente. En resumidas cuentas, la globalización implicaría estar en presencia de un mundo diferente, distinto en muchos sentidos, claro. (1)

Sobre la aparición del término hay, por supuesto, diversas opiniones. Algunos se remontan hasta los años 60; otros identifican a la década del 70. La mayoría, empero, asiente que la década del 80 ha sido el momento en que decisivamente echó a correr, para transformarse en un cauce eficaz de ciertas controversias significativas, quedando los años 90 signados ya por la abundante fraseología desprendida de su simple enunciación, que todo lo abarca, todo lo termina comprimiendo y aplastando. (2)

Pero la masividad del consentimiento de su existencia como tal ha sido acompañado por una extremada dificultad para lograr un acuerdo acerca de los significados de los que él es portador. Es decir, si frente a la aceptación de su realidad casi no hay disidencias, frente a sus implicancias la cuestión es mucho menos clara, quedando al descubierto, así, su escasa consistencia, basamento paradójico, no obstante, pues, de aquel primer extendido acuerdo.

Específicamente para la Geografía, la irrupción fulgurante de estas discusiones le ha permitido cobrar cierta figuración en el firmamento de las ciencias, tras haberse reimpuesto plenamente la dimensión espacial como una instancia necesaria –por no decir decisiva- para el análisis –o el estudio- del desarrollo, de la evolución de las sociedades.

Durante varias décadas habíamos asistido a un sustancial dominio de los enfoques sociológicos de la realidad. Los análisis de las organizaciones sociales, resultaban una fenomenal abstracción, de la que tendía a sustraerse la materialidad última sobre la que se desenvolvían las relaciones sociales. (3)

Esta etapa, probablemente abierta durante los años 60, comenzaba así a cerrarse -por lo menos formalmente-, cuando en los años 90 la cuestión espacial o territorial se reinstaló con fuerza, reapareciendo entonces la necesidad de la inevitable contextualización geográfica de los hechos o sucesos.

En este sentido, la globalización ha sido el vehículo mediante el cual la Geografía ha encontrado una brecha por la que su discurso ha vuelto a hacerse necesario en el intento de comprender la evolución de la realidad. (4)

 

Los alcances

Al respecto, el concepto de globalización, evidentemente, reúne una serie de implicancias que en gran medida recogen una innegable impronta geográfica.

La primera de ellas es, tal vez, la de mayor amplitud por el grado de aquiescencia que ha alcanzado, y además porque es el soporte de la estructura de argumentos que informan esta “renovación” conceptual.

La distancia ha constituido históricamente uno de los más poderosos mecanismos diferenciadores. Lo distante ha presupuesto lo distinto. Las concepciones contrapuestas de Oriente y Occidente, por ejemplo, están sustentadas precisamente en eso. De la misma forma, la menos filosófica, más material, pero asimismo también dicotómica confrontación Norte-Sur, lleva en sí similar marca en el orillo.

La revolución de las comunicaciones –sobre todo de las telecomunicaciones-, ha implicado la dramática reducción de las distancias en el campo de la transmisión de la información. La instanteneidad se volvió, en cierta medida, una realidad. Y con ella, ha quedado planteada la posibilidad de la “unificación” del mundo. Aquella idea de la aldea global adquiere hoy algo más que visos de verosimilitud.

Detrás de estas imágenes se mueve la contundente idea del mundo reducido –empequeñecido-, y de la ausencia casi absoluta del factor geográfico, esto es, entendido éste como la mediación de la distancia y de las diferencias como entorpecedoras y distorsionadoras de la circulación. Sin embargo, al mismo tiempo, el estrechamiento dramático de las viejas distancias habría hecho del globo terráqueo un lugar; un lugar sumamente interrelacionado –diríamos-, lo que obligaría al reconocimiento formal de los lugares; todos activos, todos influyentes. (5)

Un segundo fenómeno que acompaña ineluctablemente a la mención de la globalización es aquello de que estamos en presencia de una nueva era en la economía, o mejor dicho, de una “nueva economía”, directamente.

Esto implicaría abandonar, supuestamente, la prehistoria económica, configurada por ciclos, discontinuidades, crisis, etc.

Por el contrario, esta economía, inspirada en los “felices” años 90 de la economía norteamericana, se caracterizaría por su constante crecimiento. Éste sería una consecuencia de haberse alcanzado un umbral que implicaría liberarse de un conjunto de vetustas ataduras que imponían un determinismo secuencial a la economía. El hipotético alza constante de la productividad, el abatimiento de la inflación, y la reducción del desempleo a mínimos que nos retrotraerían casi a los dorados años 60, parecerían demostrar, para los apologistas globalizadores, la existencia de una nueva realidad, la de la expansión ilimitada. Un tercer elemento que une su existencia al despliegue de la idea de globalización, es el surgimiento de una categoría de economías o países muy promisorios, desde el punto de vista de las expectativas económicas acerca de su futuro. Nos estamos refiriendo a los “mercados emergentes”.

Por mercados emergentes debe entenderse, al desgajamiento parcial, a una diferenciación de lo que antes se conocía como Periferia o Mundo Subdesarrollado. Resultan ser un puñado de países con determinadas condiciones para producir casi un mágico despegue de su situación de postergación, a poco que recibieran un pequeño shock de inversiones externas, que obrarían a modo de disparador.

Esta concepción de los procesos macro-socioeconómicos implica un decidido adiós al subdesarrollo, y a las tradicionales formas de analizarlo y/o encararlo en pos de su superación. Con ello, aquella otrora situación conflictiva, que en su versión más álgida, emergía como necesaria contrapartida de la instauración misma del mercado mundial, ahora, en los nuevos tiempos, este último resulta la condición suficiente para generar sin traumas la transformación de cualquier estructura socioeconómica, por problemática que esta fuera. (6)

Un cuarto elemento, un casi obligado colofón a los tres que le precedieron, lo constituye el que el proceso a que nos estamos refiriendo adquiere un carácter muy peculiar. Y es muy peculiar porque es el elemento necesario y decisivo que suele cerrar cualquier discusión, por honda que la cuestión sea. Nos referimos a identificar a la globalización como una supuesta coronación histórica, adquiriendo entonces el rango de fenómeno inevitable. (7) De esta forma, la globalización constituye, primero, un desemboque histórico natural. En segundo lugar, que este destino es bueno o malo es una cuestión nimia, ya que estamos en presencia precisamente de eso, el destino, el resultado fatal de múltiples determinaciones que escapan al control de los hombres.

 

El contexto

Indudablemente, este conjunto de ideas se han fraguado a partir de determinado marco; esto es, como todo lo que existe, no se podría haber generado en el vacío.

Un primer hecho significativo, conformador del gran telón de fondo de la explicitación de la globalización es, sin duda, el acentuado cambio tecnológico al que venimos asistiendo, y al que ya nos hemos referido.

En algunos casos se llegó a hablar lisa y llanamente de revolución científico-técnica, una forma de rotular, abarcativamente, de alguna manera, una trama de variaciones tecnológicas que combinadas generaban una transformación productiva primero, y social después.

Es en este cuadro que pulularon numerosas descripciones sobre una nueva sociedad, cuyos perfiles no estaban todavía totalmente consolidados, y que, por ende, alcanzaba a despuntar como una paulatina confrontación negativa, por la oposición, con aquella que estaba dejando de ser. Era la sociedad industrial la que se extinguía; era la sociedad post-industrial la que despuntaba. La expansión del sector servicios en desmedro, hipotéticamente, del sector industrial, parecía uno de los rasgos esenciales de este proceso en cierne. Enfrentábamos, entonces, el paso del reino material al inmaterial, de los bienes o productos a los servicios, de las máquinas al know how. La sociedad de la información se abría paso. Obviamente, un exabrupto ‘sociológico’, tal como apuntáramos. O, si se nos permite, una desviación sociologizante.

A la misma hornada pertenece aquella otra descripción que hacía de las relaciones intrafábrica el origen de casi todos los cambios de la sociedad actual. La decadencia del viejo sistema de producción en masa, individualizado a partir de la experiencia automotriz norteamericana, daba paso a la octava maravilla de la organización fabril, el sistema just in time, proveniente de la reciente y exitosa reconstrucción del poderío industrial nipón.

Demás está aclarar que esta era otra abstracción sociológica, probablemente en grado sumo, en escala micro-sociológica, que hacía del taller la sociedad mundial.

Evidentemente, todas estas interpretaciones responden a un sesgado análisis, que bien podría catalogarse como determinismo tecnológico.

Desde ya que no se puede negar el cambio tecnológico, así como Heráclito nos ha legado desde la historia la imposibilidad de negar al cambio mismo, pero otra muy distinta es someterse a las ciegas fuerzas de la imposición tecnológica. La tecnología y el cambio técnico deben ser analizados a la luz de la organización social y no al revés. Es decir, el proceso tecnológico tiene una indudable factura social y a esto último debemos remitirnos.

Un segundo fenómeno que ha marcado esta época ha sido el fin de los llamados “años de oro” del capitalismo. Nos referimos a la salida del período de reconstrucción vertiginosa de la posguerra. Los llamados 30, 25 o aún, quizá, 20 “gloriosos” años que mostraron a las viejas zonas centrales adquiriendo impulso sostenido, y encontrando picos de aumento de largo plazo inusitados en Alemania y -sobre todo-, en Japón.

La enorme destrucción de la segunda guerra había incubado la posibilidad de un verdadero “milagro” de posguerra. A este milagro de posguerra contribuyeron, también, las terapias keynesianas, las conocidas políticas de demanda, que resultaron populares desde los traumáticos años 30, y que se sistematizaron luego de la segunda guerra mundial. Durante casi 2 décadas y teniendo a favor el punto de partida que había dejado la segunda conflagración mundial, la economía conoció un período de casi un cuarto de siglo de “gloria”.

Pero hacia fines de los años 60, se comenzaron a acumular los problemas. La economía comienza a detenerse, la acumulación de capital encuentra límites y los déficits presupuestarios se abultan; los estallidos inflacionarios forman un paisaje reconocible en el horizonte y los derrumbes de las monedas constituyeron un elemento imprescindible de las contradicciones internas y externas de esas situaciones durante los 70.

A partir de allí se abrirá paso un conjunto de lineamientos que en teoría se oponen absolutamente. La economía insufladora de la demanda será reemplazada por el –ofertismo-, un enfoque que privilegiaba el desbastamiento de costos, que impondrá una reducción efectiva del ingreso de los trabajadores y subsidiará al capital.

La política adquirirá, crecientemente, un carácter más nítido de clase. El “ofertismo” representará, entonces, una ofensiva del capital sobre los trabajadores, que se valdrá para ello también de la herramienta tecnológica.

Finalmente, el tercer elemento que dará forma definitiva al macro-contexto que estamos describiendo, es un acontecimiento mayúsculo. Nos referimos al desmoronamiento del Orden de Posguerra.

Este período, que abarcó la segunda mitad de siglo, estuvo signado por un determinado equilibrio de clases, partidos, estados y naciones.

La “Caída del Muro” puso fin a ese estado de cosas. Los grandes espacios socialistas, marginalmente insertos en el mercado mundial, se hallan en diferentes estadios de un proceso inconcluso de absorción por parte del capitalismo.

Este proceso, de una envergadura (política, social, económica) excepcional, impuso una modificación del statu quo sancionado tras la segunda guerra mundial.

Europa y Asia constituyen, así, las dos grandes áreas del planeta incursas en este proceso. Habiendo estado en la frontera caliente de la guerra fría, hoy son el epicentro donde se desarrolla la ofensiva restauradora capitalista.

La repercusión de estos hechos es muy grande. En Occidente se asiste desde hace un tiempo importante a la insistente ofensiva del capital sobre los trabajadores. El conjunto de derechos y garantías que hacen a la reproducción de la fuerza de trabajo ha sido puesto en el centro del ataque. La política social de la burguesía ha perdido, entonces, completamente los “cuidados” y “sutilezas” de la inmediata posguerra. De la contención social y política de los trabajadores en los marcos de lo que se ha conocido genéricamente como Estado de Bienestar, se ha pasado a una sistemática acción depredadora de los “privilegios” o “derechos adquiridos” por las masas.

Sea en Europa Occidental, en América del Norte o en Japón, esta política de “guerra” tiene un nombre. Pero también en América Latina, África o Asia este ataque recibe la misma denominación: flexibilización. Detrás de esta caracterización no encontramos otra cosa que la “necesaria” y “natural” adecuación de la fuerza de trabajo (paraguaya, sudafricana, surcoreana, alemana, norteamericana, japonesa, etc.) a las necesidades del momento: los imperativos del cambio tecnológico y de la competitividad mercantil mundial, es decir, los mecanismos articuladores del sometimiento de los trabajadores a sus respectivas burguesías.

Esta formidable –sobre todo por lo abarcativa- ofensiva, ha contado con un inigualable aliado en el desmoronamiento de los regímenes socialistas. La profundidad de una va de la mano de la magnitud de la crisis de la otra.

Al mismo tiempo, la nueva situación internacional imponía un realineamiento entre las principales potencias capitalistas. El vacío dejado por la desintegración del bloque oriental, uno de los sustentadores del orden geopolítico de posguerra, precipitó las tendencias a los choques, a la confrontación económico-comercial entre EEUU, Europa Occidental y Japón. Estos enfrentamientos ya se venían anticipando desde comienzos de los años 70 cuando el dólar norteamericano comienza un proceso devaluatorio, modificándose gran parte de la arquitectura sistémica monetaria con la que se había funcionado tras la segunda guerra mundial.

 

La expresión real

La globalización está expresando, pues, diversas cosas. Pero en todos los casos estamos en presencia de una expresión ideológica (pro-mercado), impregnada de una fuerte textura geográfica.

Así, la reducción dramática de la distancia, llevada hasta el límite, es la llave maestra que da paso al reino de la perpetua circulación, en el que la fricción del espacio ha virtualmente desaparecido.

El mercado, entonces, puede mostrar allí en toda su magnitud los efectos benéficos, equilibrantes, los que surgen del intercambio extendido continuo.

Por supuesto que este dominio omnímodo de la circulación, este circulacionismo, supedita las constantes referencias geográficas a un inexpresivo acompañamiento de los acontecimientos, transformando estas representaciones en una insípida y estéril geografización, que, en verdad y en esencia, es la más acabada muestra de rotunda negación de la geografía misma. (8)

 

La vuelta de la región: ¿el redescubrimiento de la Geografía?

Ortodoxos y heterodoxos, unidos

Pero a poco de andar, en el transitado camino de la globalización han ido apareciendo algunas manifestaciones generadoras de una súbita perturbación.

El dominio de la circulación continua, de la desaparición de los obstáculos, de la reducción de las diferenciaciones, se ha visto conmovido por las crecientes e insoslayables expresiones de supervivencia de condiciones que contradicen -en los hechos- los supuestos centrales de la globalización.

Así es como a la par de la imposición de las ideas de la globalización fue consolidándose también la noción de región.

De pronto, entonces, frente a la abstracción mundial por excelencia (globalización), se constataba la existencia de áreas con un conjunto de características que las dotaban internamente de cierta homogeneidad; y que esta última las identificaba a su vez como heterogéneas respecto del resto del espacio mundial. Además, claro está, estas “heterogeneidades homogéneas”, necesariamente implicaban influencias decisivas, cuando no representaban abiertamente discontinuidades, en el fenómeno de la circulación.

Con el correr de los años 90, y tras la furia obnubiladora globalizante, se inicia un movimiento opuesto, el que a su manera también redescubrirá la geografía.

Tempranamente, una inobjetable fuente, conservadora y europea como pocas, The Economist, dará toda una lección de apología de la geografía y, al mismo tiempo, hará una denuncia de los límites insalvables de los enfoques circulacionistas en boga. (9)

Desde una perspectiva tal vez diferente, el economista norteamericano Paul Krugman también ha hecho una profesión de fe en la geografía, y ha enfatizado la necesidad de contemplar el marco material del desenvolvimiento de los acontecimientos económicos, que analizados al margen de esa encarnadura comportan un esfuerzo vano, fútil, cuando no directamente mistificador, constituyéndose, entonces, en el epifenómeno de la desembozada ideología vulgar de los adoradores del mercado. (10)

Lo interesante de este rescate de la geografía es que esta revalorización de la distancia como fenómeno posicional, y de la región como un hecho referido a la vigencia de las diferenciadora de los sitios, nos remite, sin embargo, a una situación discutible.

Por ejemplo, resulta patético encontrar a connotados miembros del liberalismo más acérrimo, haciendo una serie de piruetas verbales para finalmente recurrir al antiquísimo expediente de la distancia, erigida otra vez como un factor crucial de lo económico. Y todo esto, luego de haber abogado por la inevitabilidad de la globalización y por la irrefutabilidad de los incrementos cuanti-cualitativos del arsenal tecnológico, pretendidos generadores de una nueva historia, para que nos terminen transportando y nos retrotraigan casi a la Prehistoria, o por lo menos –digamos-, a la Edad Media. (11)

Pero no sólo para el pensamiento conservador el echar mano del factor geográfico constituye la vuelta a un arcaísmo conceptual. Aun para los keynesianos o neo-keynesianos, el redescubrimiento de la geografía comporta una peligrosa encrucijada, ya que también puede ser el puente de plata para hundirse -hasta encajarse- en el fango de las pesadas herencias del pasado.

Es así como el fenómeno regional es planteado muchas veces como una contradicción en el macro contexto de la globalización. Algo así como una especie de rémora de la historia.

En forma más matizada, algunos otros analistas, cuanto menos, ubican a la regionalización como una estación intermedia –y, tal vez, una circunstancia no meramente pasajera- en el predestinado viaje hacia la globalización definitiva.

En este sentido, la región reaparece aquí como un fenómeno del pasado, como un hecho en gran medida “naturalizado” –es decir, con una fuerte carga del conjunto de condiciones naturales básicas que distinguen, como punto de partida, a cualquier región- y, por lo tanto, como una resistencia frente a los procesos actuantes, por caso, el tan comentado de la globalización, es decir, el de la efectiva destrucción de la distancia física como elemento engendrador de realidades diferentes.

 

Redescubriendo a Bujarin

Sin embargo, y muy a su pesar, lo que algunos, sin ambages, reconocen como “la hora de la regionalización” (Tokatlian, 2000), no significa el retorno a una criatura del pasado, que representaría una especie de intrusión de la historia en el futuro. Muy por el contrario, es un fenómeno resultante de fenómenos claramente actuantes en el presente, y que no implican una contradicción formal de la globalización; mucho menos, desde ya, una resistencia temporaria al destino manifiesto del fin de las distancias.

Frente a esto, afirmamos que la regionalización es una clara manifestación de la imposibilidad de la globalización –en los términos en que ésta es planteada-, ya que aquella responde a la fractura del mercado mundial producto de las pugnas de los monopolios, y de sus estados apadrinadores, por supuesto.

Es decir, el planteo de la globalización nos remite a la superada discusión de principios de siglo acerca de la posibilidad de una integración absoluta del mercado mundial bajo la égida, lógicamente, de un poder político geográficamente situado –lo que se ha conocido como el “ultraimperialismo”-(12) y a la taxativa denuncia de su imposibilidad fáctica, contenida en la magistral refutación geográfica de Nikolai Bujarin. (13)

 

 

BIBLIOGRAFÍA

BANCO MUNDIAL: “Globalización, Producción Internacional Integrada y Economía Mundial” Cap. 3, en World Investment Report. 1994.

BUJARIN, Nikolai: “El Imperialismo y la Economía Mundial”, Ediciones Pasado y Presente. Buenos Aires. 1971.

EL ECONOMISTA: “La Geografía aun sigue teniendo importancia. Las fuerzas del globalismo están siendo contrarrestadas por la vecindad”, Buenos Aires, 5/08/94.

DOS SANTOS, Theotonio: “La Teoría de la Dependencia y el Sistema Mundial”, en Herramienta Nro 8. Buenos Aires. Primavera-Verano 1998/99.

GIDDENS, Anthony: “La Reconstrucción del Estado”, en diario La Capital, Mar del Plata, 14/05/00.

HARVEY, David: “La Geografía del Manifiesto”, en Periferias Nro 5, Buenos Aires, 1998.

KRUGMAN, Paul: “De Vuelta a la Economía de la Gran Depresión”. Edit. Norma. Buenos Aires. 1999.

MENEM, Carlos: “La Gobernabilidad es el Principal Desafío”, en diario Ámbito Financiero, Buenos Aires, 24/05/00.

NAVAJAS, Fernando: “Nada puede reemplazar al MERCOSUR”, en Ámbito Financiero, Buenos Aires, 23/03/00.

PARRINI, Carl: “La Era del Ultraimperialismo”, en Periferias Nro 6, Buenos Aires, 1999.

SACHS, Jeffrey: “Argentina: la gran ilusión”, en diario Clarín, Buenos Aires, 9/01/00.

TOKATLIAN, Juan Gabriel: “La Hora de la Regionalización”, en diario La Nación, Buenos Aires, 18/12/99.

von HUMBOLDT, Alexander: “Cosmos”. Berlín.

 

Notas

1) [volver]
 “El mundo, atraviesa una etapa de grandes cambios, que generan una conmoción generalizada. La aceleración del ritmo de la revolución tecnológica, que está detrás del proceso de globalización de la economía, tiene una magnitud de tales características que arrastra en su torbellino a todos los países, incluso a los Estados Unidos... En el escenario internacional de principios del siglo XXI, Estados Unidos no es ya un poder entre otros, sino que emerge con una fuerza excepcional, a veces amenazante, siempre estremecedora, que se nutre del determinismo tecnológico y de la globalización económica que caracterizan a esta etapa de la historia mundial” (Carlos Menem, en Ámbito Financiero, 24 de mayo de 2000; p.16).

2) [volver]

 “Debe recordarse que el concepto de globalización es sorprendentemente joven. La gente piensa que como todo el mundo habla de ello se trata de algo muy antiguo, pero no es cierto... Un rasgo de la globalización es la misma globalización del concepto. En los últimos dos años he podido visitar cerca de 40 países y no he encontrado ninguno en el que no se hable del tema. Hace diez años ni se conocía la palabra” (Anthony Giddens, en diario La Capital de Mar del Plata, 14/05/00; p.5.

3) [volver]

 “Una interesante visión al respecto nos la da Theotonio dos Santos, 1998: “hasta los años 30, en Argentina o en Brasil, por ejemplo, teníamos un movimiento obrero sin mucha conciencia latinoamericana, tenía una formación más europea. Pero después de los años 30 el movimiento obrero va ganando una dimensión profundamente latinoamericana que fue ignorada y hasta atacada por las formaciones socialistas obreras anteriores, que no comprendieron que la latinoamericaneidad era parte de la afirmación de la clase obrera de esta región, porque tú no puedes afirmarte como clase si no estás dentro de tu nación o de tu realidad social inmediata. Un sector de la izquierda muy grande ha vivido esta enajenación de lo real, de las formas concretas del movimiento histórico, con una visión de una humanidad abstracta, que no tiene contenidos culturales sociales concretos”, pp. 61-62.

4) [volver]
Que los nombres de Confines y Periferias correspondan a revistas de Ciencias Sociales, reflejan en Argentina claramente este hecho. En el nro 5 de la revista Periferias, por ejemplo, puede observarse que el trabajo de un geógrafo anglosajón, David Harvey, encabeza la conmemoración del 150 aniversario del Manifiesto Comunista. El título de este trabajo es por demás elocuente: “la Geografía del Manifiesto”.

5) [volver]

Muchos de los desarrollos tecnológicos del período de posguerra han mejorado tecnologías existentes. Las mejoras acumulativas en la tecnología del transporte ha continuado, reduciendo el tiempo y el costo de los movimientos de materiales, productos y de personas. Por ejemplo, la evolución del avión a reacción hacia el turbohélice acortó dramáticamente las distancias globales: Nueva York está ahora más cerca de Tokyo en términos de tiempo de viaje de lo que estuvo de Chicago en la segunda mitad del siglo XIX. Asimismo, la llegada de la tecnología satelital a principios de los 60, expandió el alcance geográfico de las comunicaciones. Sin embargo, un rasgo fundamental del período posterior a la segunda guerra mundial ha sido el desarrollo y (desde finales de los 60) la amplia difusión de nuevas tecnologías basadas en la revolución microelectrónica y en particular lo que se considera la más importante y nueva tecnología genérica: la tecnología de información. Esto define un nuevo paradigma tecno-económico, dado que la introducción de las tecnologías de información tiene tales efectos de penetración en la economía que cambia el estilo de producción y de gestión a través del sistema”(Banco Mundial, 1994).

6) [volver]

Desde ya, también la utilización del término mercado emergente denota la pérdida en gran medida de las perspectivas desarrollistas más alineadas con la posibilidad de inversión extranjera directa en un espacio periférico, y el predominio de la inversión financiera como el mecanismo de contacto centro-periferia.

7) [volver]

“Yo creo que hay que regular algunos aspectos de la globalización, pero no pienso que sea reversible. No hay más que observar el fenómeno de internet. En principio era un proyecto del Pentágono, un proyecto de la ‘Guerra Fría’. Y ahora existe en todo el mundo. Sencillamente no puedes dar marcha atrás a todo eso, tienes que adaptarte a ello. Hay que comprender las oportunidades que genera pero también regular lo que produce (Anthony Giddens, op. cit.).

8) [volver]

“la naturaleza es –para la observación pensante- unidad dentro de la multiplicidad, unión de lo múltiple en forma y mezcla, suma de los sujetos y cosas naturales y de las fuerzas naturales como un todo vivo. El resultado más importante de la investigación física –realizada con sentido- es, por eso, la siguiente: reconocer la unidad en la multiplicidad, desde lo individual abarcar todo lo que en la última era nos ofrecen los descubrimientos, aislar las particularidades analíticamente y no ser derrotados por su masa. Teniendo en cuenta el destino superior del ser humano comprender el espíritu de la naturaleza que yace escondido bajo el envoltorio de la apariencia. Por este camino nuestra vocación traspasa la estrecha frontera del mundo de los sentidos y podemos así lograr el dominio, por medio de las ideas, de la materia cruda del punto de vista empírico, entendiendo a la naturaleza”.(Humboldt: “Cosmos”, Berlín).

9) [volver]

“Las personas no son máquinas pensantes (absorben al menos tanta información a través de la vista, el olfato y los sentimientos, como de los símbolos abstractos, y el mundo no es inmaterial: la realidad virtual no es tal realidad. El peso sobre la humanidad del tiempo y del espacio, del terruño y de la historia –en suma, de la geografía-, es mayor que el que probablemente pueda levantar jamás cualquier tecnología terrícola (The Economist Newspaper, agosto de 1994).

10) [volver]

De este autor se puede consultar: “De vuelta a la Economía de la Gran Depresión” (1999).

11) [volver]

Por liberalismo acérrimo debe entenderse conservadorismo u ortodoxia. A continuación veremos dos ejemplos:

“El primer punto que uno debería mencionar es que el incremento del comercio con los socios del MERCOSUR, que por la forma en que se ha gestado se lo califica de ‘desvío’ (en contraposición con ‘creación’) de comercio, es un fenómeno que de todos modos se hubiera dado en los años recientes de haber seguido políticas unilaterales. Ello es así porque en un mundo en donde los costos de transporte y comunicación son todavía altos, la apertura tiene que favorecer necesariamente el comercio con los vecinos, es decir, la integración comercial regional. El hecho de que “la geografía importa” en la determinación del comercio, tira rápidamente por la borda otras propuestas de integración sea con el NAFTA o con los marcianos. El punto central es que Brasil no puede ser ignorado en la política comercial de la Argentina”(Fernando Navajas, en Ámbito Financiero, 23/03/00).

“No cabe duda de que parte de los problemas más profundos de la Argentina obedecen a la gran distancia que separa al país de los mercados centrales de Europa y los Estados Unidos. Si la Argentina estuviera ubicada en Europa Occidental, sus problemas de retraso comercial y tecnológico ya se habrían superado. El problema, por supuesto, es cómo sobreponerse a esa distancia física. En este sentido, los avances en la tecnología de la información dan a la Argentina una ventaja especial y de enorme importancia. Ahora que la comunicación instantánea es posible, las economías más distantes de los mercados centrales pueden ser muy competitivas en las áreas de alta tecnología” (Jeffrey Sachs, en Clarín 9/01/00; p. 7).

12) [volver]

La versión clásica del “ultraimperialismo” corresponde a Karl Kautsky, a comienzos de siglo. Pero se han observado continuas recreaciones de este enfoque. Puede consultarse, por ejemplo, a Carl Parrini, 1999.

13) [volver]

Nos referimos a su conocida obra “El Imperialismo y la Economía Mundial”, 1971.

 

 

Después de un cierto período donde la descripción social abjuró de la correspondiente contextualización material última, es decir, la necesaria geografización de los hechos sociales, estamos asistiendo a una fabulosa ofensiva de una supuesta innovación cognoscitiva-interpretativa implicada en una abusiva utilización de la fraseología geográfica. La globalización es, en este sentido, una especie de megacontexto, un gran telón de fondo, imprescindible para la comprensión de cualquier suceso, que a través de aquélla encuentra, así, un nuevo significado.

La globalización, sin embargo, supone un impulso declarado hacia la máxima reducción posible de las distancias imponiéndose con esto una tendencia irrefrenable a la disolución de las diferencias, fruto ineluctable de la presencia tangible de aquéllas. En otras palabras, la globalización como fenómeno implica, tal vez, la suposición de la máxima abstracción posible, alejándose al infinito el plano concreto, objetivo, de construcción de la realidad.

Así, de la pretendida geografización se cae en lo opuesto, la negación de la geografía, entendida ésta como la instancia concreta del desenvolvimiento de la realidad.

Particularmente interesante, dentro del imperio de la uniformidad, que no sería otra cosa que la consecuencia de la globalización, es el fenómeno de regionalización. Este hecho, que parece presidir la evolución de las últimas décadas, representado usualmente en la tendencia a la conformación de los grandes mercados comunes, implica, a priori, una relativización de la preeminencia absoluta de aquélla. Pero, aún más que eso, el fenómeno regional, o la vuelta con firmeza al mismo, es un ariete excepcional para la crítica visceral de las representaciones ideológicas que conforman al nuevo paradigma dominante del análisis de la realidad, la globalización.

 

 

 

Técnica Administrativa
ISSN 1666-1680
http://www.cyta.com.ar/ta0402/v4n2a1.htm

Volumen:04
Número:20
enero/marzo2005

 

Fecha de recepción: 01/11/2004 ; Fecha de publicación: 15/01/2005

 

VERSIÓN EN ESPAÑOL DEL ORIGINAL EN INGLES
PRESENTADO EN EL XIX INTERNATIONAL CONGRESSMOF HISTORICAL SCIENCES  AT THE UNIVERSITY OF OSLO, NORWAY
6-13 August, 2000